lunes, abril 28, 2008

Artículo La Jornada Jalisco, 26/04/2008

El cinismo del “me vale madre”

Jorge Gómez Naredo

I

La reunión de la Asociación Mexicana de Bancos de Alimentos se celebraba en la Expo Guadalajara. El mandatario estatal jalisciense anunciaría un donativo. Y lo anunció: “Yo tengo poco de gobernador, pero a lo mejor ya se dieron cuenta que a mí, lo que algunos poquitos dicen, me vale madre: ¡así de fácil! ¡Yo sé lo que se tiene que hacer en Jalisco! Déjenme decirles que yo estoy comprometido con este movimiento, y que traigo aquí un pinche papelito, que dice ‘Gobierno del Estado de Jalisco, Secretaría de Finanzas’ […] Este es un cheque, no me importa, me cae; don Juan, absuélvame desde allá. Además estamos haciendo un buen desmadre, don Juan, ¿si o no? […] La gente votó por mí, la gente en su mayoría votó porque yo haga realidad lo que me comprometí en campaña, y me vale madre si a algunos periódicos no les gusta, la gente votó por mí,” ¡Vaya manera de anunciar un donativo! Desde antes de iniciarse las críticas, el mandatario estatal, quien debe gobernar para todos, aduce que a él “le vale madre” lo que digan los demás. Eso sí que es democracia y pluralidad de pensamiento, eso sí que es sensibilidad ante las críticas, eso sí que es gobernar para todos: Jalisco es uno, y ese uno se apellida González Márquez.

II

A él le “vale madre” lo que digan sus gobernados. A muchos, demasiados de sus gobernados, sin embargo, no les “vale madre” lo que piense y haga su gobernador. Y no les “vale madre” porque de eso se trata la democracia, o de eso se debería tratar. La sociedad precisa estar enterada de lo que sucede en su entorno, de las decisiones que toman las personas que dicen representar a la población: es libre de pensar lo que le venga en gana, y ese pensamiento, por absurdo o certero que sea, debe ser respetado y atendido por la autoridad. Y cuando la gran mayoría está en desacuerdo con las acciones de un funcionario público, éste debe ser sensible a los reclamos.

III

A González Márquez le preocupa en demasía el hambre que puedan tener amplios sectores de la sociedad. Quizá no tanto los niños, pues a ellos, dice él, “la verdad, con una galleta de animalitos” se les mantiene alimentados. El problema son los papás que sufren por no tener qué comer. Pero hay gente mala que critica sus acciones, gente maquiavélica que nada más está esperando un error para lanzarse a la yugular: son los mismos tercos que no quieren que Jalisco avance, que no ven el progreso en las administraciones panistas. Por eso decide dejar muy en claro su mensaje: “digan lo que quieran (perdón, señor cardenal): ¡chinguen a su madre!” El verbo chingar, el gran aporte de la mexicanidad al castellano, es utilizado por González Márquez para decirles a los opositores, a los inconformes, que a él “le vale madre” lo que se piense de su gestión.

IV

Dicen, se rumora, que estaba ebrio, borracho, beodo. No importa. Él argumenta que le ganó la emoción, que el ímpetu y la alegría por haber donado más de 15 millones de pesos lo sobrepasaron, y cejaron su entendimiento. Tampoco importa. Aduce que fue soez, pero que el lenguaje utilizado jamás se lo enseñaron en su casa. No valen las disculpas. Lo verdaderamente significativo es la manera en que Emilio González Márquez entiende la democracia y la función de un mandatario.

V

La mancuerna entre los gobiernos civil y eclesiástico es visible en Jalisco, ambos se mezclan y se confunden: no hay divisiones. El cardenal Juan Sandoval Iñiguez (la autoridad “espiritual”) ordena y González Márquez (la “autoridad” civil) obedece. Y obedece porque la absolución es expedita: “Este cabrón [refiriéndose González Márquez a sí mismo], don Juan -¿dónde anda don Juan que no lo veo? -está todo muy oscuro-, ¡ahí está!-, ¿me absuelve de ésta también? Este cabrón lo único que quiere es que la gente en Jalisco ya no sufra por el hambre”. ¿Dónde se encuentra la división que, los liberales del siglo XIX, a sangre, lágrimas y fusiles, lograron establecer entre los gobiernos eclesiástico y civil?

VI

El cinismo es claro, pero no solamente el de González Márquez: éste forma parte del cinismo que ha construido raudamente el PAN. El “haiga sido como haiga sido” que pronunció Felipe Calderón cuando supo que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación lo declaró “presidente” y los “me vale madre” y “chinguen a su madre” del todavía gobernador de Jalisco, siguen la misma línea de pensamiento: el desprecio por el pueblo y por la crítica que de él emana. Es el cinismo de la derecha que está llevando al país a un despeñadero escarpado, y que, en unos cuantos años, ha desvanecido los pocos avances democráticos que (durante los siglos XIX y XX, con sangre, lágrimas y fusiles) habían conquistado el pueblo de México.

VII

Y la gente marchó: los jaliscienses se manifestaron. Lo hicieron en contra de Emilio González Márquez y su cinismo. Salieron a las calles el día de ayer: las avenidas Juárez y 16 de Septiembre se veían abarrotadas. El enojo ha crecido, es mucho, demasiado. En una sociedad acostumbrada a la apatía y al alejamiento de los temas políticos y sociales, una protesta (bastante concurrida) como la vivida ayer, representa un avance: un ir más allá, una esperanza para tener una democracia donde quien gobierne lo haga para todos y no para unos cuantos. Y así, los que recibieron la mentada de madre de González Márquez el miércoles pasado, le dicen al mandatario: aquí estamos, y no nos movemos, no nos moveremos.

lunes, abril 21, 2008

Artículo La Jornada Jalisco, 20/04/2008

Javier Gutiérrez Treviño y la gente sin empleo

Jorge Gómez Naredo

Javier Gutiérrez Treviño es el coordinador del Consejo de Cámaras Industriales de Jalisco. Y también es “hombre de bien” (y de bienes, claro está), de negocios, de buenos pensamientos y modales. Pertenece a las clases altas (aunque ahora ya casi nadie quiera hablar de “clases” ni de conceptos tan inapropiados como “lucha de clases”): ahí se desenvuelve, ahí habita y reflexiona a partir de los parámetros que esos sectores sociales privilegiados establecen. Por eso sus declaraciones resumen la visión de un estrato de la sociedad que se dice así misma “gente de bien”.

Cuando el niño Miguel Ángel López Rocha, después de haber caído al río Santiago y pasar varios días en terapia intensiva, murió, el empresario Gutiérrez Treviño arguyó que no era posible que una persona feneciera por probar las aguas del contaminado río. En ese entonces adujo: “Esa agua no está tan contaminada como están satanizando aunque venga de México y venga de donde venga”, y retó que él iría a tomarse un “buche” del agua putrefacta, para que la gente viera que nada pasa. Por supuesto que no cumplió su propuesta y nunca se acercó a las colonias marginales que tienen que sufrir a diario las pestilencias del Santiago.

La insensibilidad es una característica de Gutiérrez Treviño, insensibilidad hacia el dolor de la familia del niño que murió por haber cometido el grave delito de caer a un río contaminado. También es insensible ante la inconformidad social. Ha apoyado, por ejemplo, la represión, el aplastar a quienes, según él, estén impidiendo el despegue de Jalisco como potencia industrial, turística y empresarial. Cuando los vecinos del Parque Morelos decidieron decir no a la Villa Panamericana, el líder empresarial, “gente de bien”, por supuesto, amenazó a los soliviantados: les iba a pasar como “aquellos ‘amigos’ de los machetes con el aeropuerto, que quisieron presionar tanto al gobierno que al último se quedaron sin miel y sin jícara”, y encarcelados, violados y golpeados, le faltó aclarar al reputado empresario.

Las declaraciones del coordinador del Consejo de Cámaras Industriales de Jalisco resume la visión de una buena parte del empresariado jalisciense: cerrazón ante la protesta social, las movilizaciones, la pobreza, el desempleo y ante el enojo que en la sociedad provocan las erráticas acciones de las autoridades panistas. El miércoles pasado, a propósito de las más 3,500 quejas presentadas en la Comisión Estatal de Derechos Humanos en contra de la megalimosna otorgada por González Márquez a la Arquidiócesis de Guadalajara, Gutiérrez Treviño dijo: “estas personas pues tienen todo su derecho de manifestarse en contra, ¿edá?, a lo mejor están en contra de la religión, o están en contra del PAN o en contra del gobierno en funciones, pero pos eso no quiere decir que sean mayoría. Tres mil quinientas personas para siete millones de habitantes que tenemos en Jalisco, pues no me parece gravoso, ¿edá?, hasta si los juntamos de partidos de oposición los vamos a completar, ¿edá?, hay mucho más de eso.

“Entonces creo que no es una cifra que pinte para mi gusto. Creo que es más el chisme que andan haciendo esas personas que en realidad lo que pintan. Es más, les deberían de preguntar si tienen un comprobante de que trabajan, porque la mayoría de esas gentes no trabajan en nada, a la hora de levantar las denuncias deberían ‘a ver, oye, dame una identificación de dónde trabajas’. Los que se quejan son los mismos que se quejan de todo, los que no tienen trabajo, los que se manifiestan en el periférico, se manifiestan en las plazas, en las avenidas. ¡No tienen trabajo!”

Una de las reporteras que lo entrevistaba, informó al empresario que académicos de la Universidad de Guadalajara también habían alzado la voz en contra la macrolimosna, a lo cual, Gutiérrez Treviño reviró: “No son todos, pero yo les garantizo que de los 3,500 la gran mayoría no tienen empleo. Sí tienen derecho a manifestarse, pero también tienen obligación de ponerse a trabajar, porque entonces lo que no se puede es que Jalisco se detenga por personas que simple y sencillamente no tienen quehacer. Y van de un lado a otro, al tema de manifestación de moda, ¿no?”

Estas declaraciones demuestran y delinean perfectamente cómo piensan no pocos empresarios y políticos en Jalisco y cómo reflexiona la derecha oligárquica en la entidad. Según estas elucubraciones, todos deberíamos, para poder alzar la voz o mostrar públicamente nuestra inconformidad ante cualquier medida gubernamental, presentar credenciales y un comprobante de trabajo. ¡Vaya altura de miras de nuestro empresariado! Lo peor de todo es que estas personas, que denigran a quienes se manifiestan y a quienes no tienen empleo (que ellos, empresarios jaliscienses reputados, son incapaces de crear), son los mismos que dicen defender la libertad de expresión, la democracia y el progreso de Jalisco. ¿Qué más puede decir uno ante estas declaraciones de Gutiérrez Treviño que lo dicen todo?

lunes, abril 14, 2008

Artículo El Occidental, 14/04/2008

La andanada mediática en contra de AMLO

Para Alejandra Hidalgo

desde el silencio de la terquedad

Jorge Gómez Naredo

Y la andanada mediática comenzó. Sí, las televisoras, buena parte de las radiodifusoras y varios periódicos han iniciado una campaña de desprestigio en contra del movimiento social que encabeza Andrés Manuel López Obrador, el cual se opone a la iniciativa de reforma energética que envió Felipe Calderón a la Cámara de Senadores. Una reforma que pretende, sin duda, privatizar buena parte de Petróleos Mexicanos (PEMEX).

En las pantallas de televisión se discrimina a las mujeres (conocidas ya como “las adelitas”) que se movilizan en contra de la inversión privada en la paraestatal, que marchan y ejercen su ciudadanía; en las bocinas de los aparatos de radios se escuchan voces “especialistas” argumentando (si a lo que mencionan se le puede llamar “argumentación”) que AMLO está loco, que perdió piso y ya debe retirarse de la política. Se repite hasta el hartazgo que no se busca desde el Gobierno Federal privatizar PEMEX y que el ex-candidato a la presidencia por la Coalición por el Bien de Todos es un terco, un desquiciado. En las primeras planas de buena parte de los diarios se titulan las notas con palabras como “secuestro” de la “democracia” y de las “instituciones”: todos, al unísono, en contra de López Obrador y de sus seguidores

La estrategia mediática es clara: se busca engañar a la población tratando de inocular la idea de que la iniciativa calderonista de reforma energética no pretende la privatización de los recursos naturales del país. La realidad, sin embargo, es muy distinta a la que la mayoría de los medios de comunicación nos muestran: la iniciativa de Calderón tiene la intención de permitir capital privado en PEMEX, y eso, sin duda, se llama privatización.

Los noticieros del duopolio televisivo son una verdadera vergüenza para el periodismo serio, ético y que busca ser objetivo. Los presentadores de noticias (porque eso son Carlos Loret de Mola, Javier Alatorre y Joaquín López-Dóriga), a través de “entrevistas” y multitud de comentarios editoriales mezclados con notas, intentan desprestigiar a todo lo que huela a AMLO. No hacen un análisis profundo de lo que realmente significa la toma de las tribunas en las Cámaras de Senadores y diputados; les dan voz solamente a quienes están en contra de López Obrador y pocas veces a quienes están a favor.

En el caso de las radiodifusoras y de la prensa escrita, la situación no es distinta. Personaje (ya reputados de “chayoteros”) como Ciro Gómez Leyva o Carlos Marín, por mencionar solamente a dos, hacen “análisis” que ofenderían la inteligencia de cualquier académico medianamente conocedor de las ciencias sociales y de las humanidades. Por ejemplo, Gómez Leyva, en su noticiero de radio, “argumentó” que López Obrador era un “fascista” y que lo que buscaba con la movilización social era la implantación de una “dictadura”. Nada más alejado de la realidad. Lo único que demuestran estos señores (que se creen “líderes de opinión”) es su ignorancia de conceptos tan básicos como “fascismo” y “dictadura”.

No cabe duda que la andanada mediática en contra de AMLO y de sus seguidores (que no por simpatizar con el tabasqueño son “borregos” o “acarreados”, sino que son personas pensantes y conscientes de la situación que vive actualmente el país) estuvo planeada desde Los Pinos. Es imposible que en la mayoría de los medios de comunicación (con honrosas excepciones) se tenga una sola idea de lo que acontece en el país. La pluralidad de pensamiento y de opinión ha sido avasallada. Pero, a pesar de toda esta andanada mediática, millones de mexicanos siguen manifestándose y no le creen a las televisoras ni a la mayoría de las radiodifusoras porque saben que mienten, que inventan, que buscan desinformar. En esas personas que luchan, marchan y exigen su derecho a ser escuchadas (como se supondría pasaría en cualquier democracia digna de llamarse así), está, en realidad, la verdadera riqueza de México.

Artículo La Jornada Jalisco, 13/04/2008

El descontento se manifiesta: más allá de la macrolimosna

Jorge Gómez Naredo

El viernes pasado más de mil quinientos jaliscienses marcharon. Y marcharon enojados, con rabia, coraje e irritación. Pero también con alegría, creativos, con mensajes que expresaban nítidamente el sentir de buena parte de la población hacia las pifias de Emilio González Márquez.

El principal motivo de la manifestación fue el rechazo rotundo a la macrolimosna, ese inefable desvío de fondos del erario público hacia la arcas (bastante abultadas) de la Arquidiócesis de Guadalajara. En las pancartas se podían leer mensajes tan elocuentes como el que sostenía en su lomo un perrito beagle: “el ser ‘mocho’ no quiere decir que moches el erario público”. El descontento por la pingüe limosna es un eslabón más en la inconformidad ciudadana, es decir, la población (o buena parte de ella), no se manifiesta en contra solamente de la “donación” hecha al clero jalisciense, sino que reprocha y rechaza una cadena de desaciertos que ha cometido el ejecutivo local de manera constante.

En la marcha no únicamente se mostró la inconformidad hacia González Márquez: el cardenal Juan Sandoval Iñiguez también fue objeto de numerosas críticas. Y es que para buena parte de la sociedad, el desvío de fondos a la iglesia católica no es una donación de un gobierno inepto a una institución santa, sino el contubernio corrupto entre las autoridades civil y eclesiástica, algo inaceptable en un estado supuestamente laico. González Márquez y Sandoval Iñiguez son, pues, personajes repudiados.

Quizá el cardenal y el gobernador pensaron, cuando planearon y anunciaron públicamente el cuantioso donativo, que los jaliscienses iban a aceptar rápido y de buen agrado el hecho, que lo iban a festejar. Erraron: un considerable número de fervientes católicos están en desacuerdo con la limosna, incluso muchos ciudadanos que ven en Sandoval Iñiguez a un guía espiritual, no han mostrado su aquiescencia al controvertido obsequio y sí han evidenciado su enfado hacia los constantes desvaríos del ejecutivo estatal.

Y es entendible, pues en Jalisco se carece de mucho, incluso de lo más indispensable: faltan hospitales y escuelas, transporte digno, carreteras, empleo, seguridad: hay pobreza. La donación de noventa millones a la Arquidiócesis, en el imaginario colectivo, es vista como una afrenta, porque con ese dinero se pudieron haber llevado a cabo otros proyectos: pavimentar calles, mejorar la infraestructura de las colonias o de los municipios, estructurar planes sociales de desarrollo y un largo etcétera.

El enojo fue evidente en la marcha: los estentóreos coros de los inconformes no solamente pedían el reintegro de los 30 millones que hasta ahora se han regalado a las voluminosas arcas de la Arquidiócesis de Guadalajara. También querían la renuncia del gobernado. Varias mantas y pancartas solicitaban la destitución de González Márquez por incompetente. Los gritos de “fuera Emilio” demostraron que no solamente se expresa la inconformidad hacia las erradas acciones del gobernador, sino que se comienza a plantear su salida del cargo. Y eso ya es un paso más en el descontento ciudadano.

En lo que va de sexenio (un año) Emilio González Márquez ha logrado lo que muchos veían imposible, irrealizable, utópico: una primigenia organización de la sociedad que busca ejercer su ciudadanía y manifestarse de manera constante a favor del mejoramiento de las condiciones sociales de las mayorías. Cuando se intentó cobrar el impuesto por las placas (el famoso “placazo”) muchos automovilistas rechazaron el hecho, pues les afectaba directamente. Ahora, con la donación a la construcción del santuario de los mártires, no hay una afectación directa, es decir, no se cobrará a los ciudadanos un impuesto por “dádivas al clero”, sino que es un daño indirecto: desvíos de fondos públicos. Es en este proceso donde puede surgir un movimiento social que planteé mayores miras en sus demandas. Por ahora, ya no solamente se pide el regreso del dinero a las arcas públicas y un proceder más inteligente en la administración local, sino que se busca la salida del gobernador.

Quizá Jalisco no se convierta en un núcleo de grandes manifestaciones (la del viernes pasado fue multitudinaria para los parámetros de las marchas en Jalisco) o un semillero de movimientos sociales, pero poco a poco la sociedad comienza a despertar. Quizá no sea un amplio despabilamiento, pero es un duro golpe a la endémica apatía de los jalisciense por todos los temas políticos y sociales. Y eso se necesita, se precisa urgentemente, porque si no hay movilización, si no existe una organización en el pueblo, si no se da una crítica sistemática a las ineptitudes y devaneos de las administraciones locales, la situación continuará igual: seguiremos tolerando “representantes populares” tan cavernarios y jactanciosos como Francisco Ramírez Acuña o tan mochos, corruptos y banales como González Márquez. Y eso no beneficia, en absolutamente nada, a Jalisco.

martes, abril 08, 2008

Artículo El Occidental, 07/04/2008

Estrategias para privatizar Pemex

Jorge Gómez Naredo

Y se dio el milagro: de repente las televisoras se unificaron y hermanaron (todavía más) para lograr un objetivo claro, nítido y obvio: la apertura de Petróleos Mexicanos (Pemex) a capital privado, en especial al extranjero. En noticieros y programas de chismes del espectáculo (que a veces resultan ser los mismos), en programas de concursos y de chanza, en toda la programación de las dos cadenas de televisión más importantes del país (el duopolio formado por TV Azteca y Televisa), se habla ya de la imperiosa necesidad de rescatar “nuestro tesoro”, el gran “tesoro” que se encuentra en las aguas profundas del Golfo de México.

La intención es clara: convencer a la población de la necesidad de una “reforma energética” que permita a las empresas privadas extranjeras asociarse con Pemex. Todos van en esa lógica. Desde Patricia Chapoy (quien dirige un programa de chismes de los “famosos”) hasta Carlos Marín (director de un periódico que antes era más o menos serio y que ahora parece un pasquín o un boletín informativo del gobierno federal), todos anuncian que sin la apertura de Pemex el país se irá a pique, naufragará, tendrá malos tiempos en un futuro próximo (como si en el presente estuviéramos muy bien…).

Esta campaña mediática para tratar de inocular a la población mexicana la idea de privatizar Pemex (claro está, jamás utilizan esa palabra, sino que la evaden con eufemismos como “alianzas”, “asociaciones”, “acompañamiento”, etcétera), va de la mano de la catastrófica situación que el gobierno federal nos pitan de México si no se permite la entrada de capitales privados a la paraestatal petrolera.

La primigenia intención de Felipe Calderón al nombrar a Juan Camilo Mouriño Secretario de Gobernación fue que éste fungiera como la persona encargada de convencer a los grupos políticos y económicos de apoyar la privatización de Pemex. Sin embargo, algo salió mal. Andrés Manuel López Obrador dio a conocer, hace algunas semanas, que Mouriño era un traficante de influencias y que, siendo funcionario público, beneficiaba a sus empresas con contratos millonarios. Nada pasó legalmente, es decir, no se le removió del cargo (como hubiera sido lo normal en una democracia efectiva) ni se le acusó judicialmente por los obvios delitos que cometió. Ahí sigue, disfrutando de su sueldo y de los beneficios que conlleva ser funcionario público de alto nivel. Sin embargo, como alfil para lograr la aprobación de una “reforma energética” quedó totalmente desprestigiado. Ante este problema, Calderón decidió echar al ruedo a tres de sus muchachos “pesados”: Agustín Carstens -el más pesado de todos, pues ocupa la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP)-, Georgina Kessel y Jesús Reyes Heroles.

Estos tres personajes han planteado un “diagnóstico” alarmante de la situación de Pemex. En un documento presentado por Kessel y Reyes Heroles, se dice que México necesita urgentemente capital privado para ir por el “tesoro” prometido. Por su parte, el más pesado de los tres (la SHCP es una de las secretaría más importantes, más “pesadas”), Agustín Carstens, mencionó que si no hay “reforma energética” (es decir, privatización), se cobrarán más y más impuestos y eso afectará mucho a todos los ciudadanos (un chantaje a la panista-neoliberal).

Estos tres personajes, junto con su jefe, Felipe Calderón, dibujan a la sociedad mexicana una situación alarmante y caótica de Pemex (buscan infundir miedo, psicosis), la cual tiene una única solución: la inversión privada. No se menciona, por supuesto, que el gobierno federal (durante los últimos diez años) ha desmantelado la industria energética del país, dejando con escasos recursos a instituciones tan importantes en la creación de tecnología de punta como el Instituto Mexicano del Petróleo.

Pemex necesita inversión, eso es obvio. Y la necesita porque desde hace ya más de veinte años no se ha invertido en la paraestatal: la consigna de las administraciones recientes ha sido desmantelarla para después decir: “no sirve, ¡a privatizar!” Ésa ha sido la intención desde Carlos Salinas de Gortari; ahora, con Felipe Calderón, nuevamente se intentar lo que los anteriores gobiernos han querido pero no han podido. Solamente que tienen ante sí un gran problema para lograr sus perversos objetivos, un problema terrible, difícil e infranqueable: el pueblo de México.

Artículo La Jornada Jalisco, 6-04-2008

Las minorías según González Márquez

Jorge Gómez Naredo

González Márquez es despectivo con lo que a su entender son las minorías, pues éstas, según el gobernador, no quieren que México progrese, que tenga un turismo religioso de gran calado ni que Jalisco sea considerado en América Latina como el lugar de los santuarios. Las minorías, según esta lógica, son retrógradas, necias y tercas, intransigentes, fanáticas y mentirosas; y deberían adaptarse y / o ser aplastadas por las mayorías.

Pero hay de minorías a minorías: están las que son marginadas (que desagraciadamente, en México, y contraviniendo las “reflexiones” de González Márquez, son mayorías), las que no pueden cumplir sus sueños porque no hay dinero, porque no hay futuro, porque no hay viabilidad. Pero también están las otras minorías, las que están alejadas de las que menciona y discrimina González Márquez: son las minorías beneficiadas, las que tienen todo para irse y regresar, para estudiar y viajar, para vivir bien y sin la preocupación de qué se comerá mañana. Son las que no están inscritas en el Seguro Social porque tienen el dinero suficiente para pagar un hospital particular o en el extranjero. Las que no comprenden la existencia de otras “minorías” que sufren a diario discriminación pobreza y vejaciones –minorías que son, contraviniendo nuevamente las elucubraciones sesudas del gobernador, mayorías-.

González Márquez pertenece a una minoría, pero no a las sediciosas e inconformes, a las malas y peligrosas, sino a una selecta: como funcionario público González Márquez gana la nada despreciable cantidad de 81,070.50 pesos quincenales, es decir, más de 160,000 pesos al mes. Con ese dinero cualquier mexicano se inscribe en una minoría porque, ¿quién gana esa cantidad en el país? Tuvo además la oportunidad de ascender en la estructura política del Estado y pertenece a una élite, la del PAN, que es la minoría rapaz por antonomasia. Y también es parte de una minoría porque en estos meses que lleva de gobierno se ha dedicado a beneficiar a las minorías que ganan bien, que hacen jugosos negocios y que tratan, por todos los medios posibles, de impedir que el Estado cumpla su función de redistribuir el ingreso.

Las minorías detestadas por el actual gobernador de Jalisco son tercas y están conformadas por todos los mexicanos que se oponen a cualquier cosa, ya sea a un desvío de fondos públicos de más de 90 millones de pesos o a la corrupción que existe en el gobierno federal. También son minorías las que quieren que México progrese con equidad, justicia social e igualdad; por ejemplo, esos locos que están dale y dale con que no se privatice Pemex porque sin la paraestatal como puntal de desarrollo, el país se vendría abajo. Minorías son las que critican los altos gastos de “comunicación social” de los gobiernos (dinero que, por cierto, no se reparte equitativamente entre los distintos medios de comunicación, sino que va a dar siempre a las dos televisoras particulares de México), los insultantes sueldos de los funcionarios públicos, la carencia de políticas integrales de desarrollo, cultura y artes. Las minorías, según González Márquez, son por naturaleza necias y todo les molesta.

Para el gobierno del Estado de Jalisco las quejas y la inconformidad de las minorías por el desvío de fondos (disfrazado de donación) de dinero del erario público a la Arquidiócesis de Guadalajara, son parte de la pluralidad existente en el Estado. Cada quien puede decir lo que quiera y como quiera, pero la última palabra la tiene el señor capo di tutti capi, es decir, el purpurado Juan Sandoval Iñiguez.

Las minorías, sin embargo, poco a poco se hacen mayorías: las minorías que no tienen que comer; las que están hartas de pagar impuestos de sus míseros salarios mientras los grandes consorcios empresariales los evaden; las que tienen dignidad y no admiten la usurpación de Felipe Calderón como presidente de la República; las minorías que marchan y cantan y gritan y vuelven a marchar porque saben que la manifestación es una forma de practicar la democracia; las que protestan y se inconforman con un gobierno veleidoso como el de González Márquez, que se ha dedicado a desviar recursos públicos a empresas particulares como Televisa, TV Azteca o la Arquidiócesis de Guadalajara; las minorías que buscan un mundo más justo, más igualitario y más lleno de esperanzas para millones de personas.

Las minorías según la concepción de González Márquez son todas aquellas organizaciones sociales o ciudadanos que están en contra de lo que él diga o piense. Son minorías, por ejemplo, los cientos de personas, académicos, obreros y estudiantes que han mostrado su rechazo a la “megalimosna”; también lo son quienes repudian el incremento al precio del transporte público, la falta de oportunidades y la incapacidad de las autoridades municipales, estatales y federales para crear empleos.

En esta época de cinismo, hipocresía y veleidades por parte de buena parte de las autoridades (en especial las panistas y las priístas), solamente las minorías pueden cambiar el rumbo del país. Minorías que digan no, que alcen la voz, que luchen por sus derechos; minorías que pidan, por ejemplo, la renuncia del gobernador de Jalisco y que sigan luchando para restablecer la democracia en México; minorías que salgan a las calles para impedir el saqueo al erario público que está llevando a cabo González Márquez; minorías que hagan entender al gobernador que ellas, las minorías, son mayorías, y que además, tienen derecho a mandar, porque la democracia de eso se trata.

martes, abril 01, 2008

Artículo El Occidental, 21/03/2008

México va mal

Jorge Gómez Naredo

Esto va mal. Nuestro país se desmorona lentamente: la corrupción, la impunidad, el tráfico de influencias, la violencia, la insensibilidad de quienes dicen gobernar, la falta de oportunidades para la juventud, el desempleo, la miseria, la pobreza, las aberrantes diferencias entre los ingreso de los empresarios y de los obreros, las injusticias, la falta de seguridad social, el racismo, la discriminación, la indiferencia social, la carencia de organización abajo, en el pueblo, con la gente. Esto va verdaderamente mal: las televisoras dicen mucho, nada informan y demasiado ocultan; los intentos por privatizar lo poco que le queda al país de recursos energéticos y soberanía; la pérdida del laicismo en las administraciones públicas, con un gobernador que dona al clero más de 90 millones de pesos del erario; el narcotráfico infiltrado en buena parte de la élite política.

La actual administración federal, emanada de un fraude y de una campaña electoral de odio y crispación, no puede ser responsabilizada por todos los males que aquejan al país. Sin embargo, ha contribuido en mucho para que esos mismos males permanezcan, se reproduzcan y agraven. Felipe Calderón, el segundo presidente (ilegítimo, siempre hay que recordarlo) salido del panismo, ha sido incapaz de luchar contra el narcotráfico, de mostrar las “manos limpias” y de combatir la pobreza, la impunidad y el desempleo.

El discurso se aleja de la realidad: mientras en las peroratas de quienes dicen gobernar al país se habla de bondades, de un México triunfador, de mieles que probamos a diario y de estabilidad económica y crecimiento, abajo, en la sociedad, en el pueblo, la situación cada vez es más preocupante. Los salarios no alcanzan, no hay seguridad social para la mayoría de los mexicanos, la migración continúa y las expectativas no son nada halagüeñas.

La televisión y buena parte de las radiodifusoras a diario nos dicen que nosotros vamos bien, que el país marcha y que la actual administración está haciendo todo lo posible por mejorar las condiciones económicas, sociales y culturales de la población. Pero la realidad es distinta. Lo que la mayoría de los mexicanos experimenta a diario en su vida cotidiana está muy alejado de lo que repiten, con insistencia y tercamente, los spots publicitarios de la administración federal.

Calderón se traslada a cualquier población (siempre resguardado por impresionantes operativos de seguridad) y habla de bondades, de beneficios y del arduo trabajo que está haciendo por México. Siempre todo es bello en sus discursos. Siempre hay saldos a favor. Siempre el futuro es alentador. Pero todo es cinismo, todo es hipocresía, todo es una burla a los ciudadanos.

El viernes pasado se dio a conocer a la opinión pública que la anterior administración, la encabezada por Vicente Fox, obtuvo ingresos históricos. Sin embargo, se dejó una deuda récord. ¿Qué pasó?, ¿acaso los panistas no llegaron al poder argumentando sus capacidades administrativas y sus grandes cualidades como servidores públicos intachables? Felipe Calderón nada ha hecho (ni hará) por castigar a Vicente Fox, que dejó endeudado al país y desaprovechó los altos ingresos económicos obtenidos durante su sexenio.

La actual administración federal carece de legitimidad, es débil (ante quienes impulsaron e invirtieron en la campaña de Calderón) y se caracteriza por su incapacidad. No hay proyecto de nación, no hay rumbo, no hay camino a seguir. Nos encontramos en una situación bastante preocupante. Esto va mal, verdaderamente mal.

El país jamás cambiará desde arriba. Si se llegan a dar transformaciones benéficas éstas tendrán que venir de abajo, del pueblo, de la sociedad organizada, una sociedad que diga no, por ejemplo, al saqueo que pretende realizar el gobierno federal con la reforma energética (que todavía no se conoce pero que querrá, sin lugar a dudas, privatizar a PEMEX). Si no se busca que los cambios vengan de abajo, nunca se transformará al país. Y el país va mal, verdaderamente mal. Por eso es urgente que la sociedad alce su voz y decida, de una buena vez por todas, cambiar a estos administradores públicos ineficaces, fantoches e ineptos.

Artículo La Jornada Jalisco, 30/03/2008

El cardenal, sus 90 millones y las minorías

Jorge Gómez Naredo

Juan Sandoval Iñiguez es el jeque, la pieza fuerte en el ajedrez, quien decide, ordena y tiene el bastón de mando en Jalisco. Es el cardenal septuagenario, el de los discursos de humildad y honestidad, el de los medios de comunicación (estaciones de radio, canales de televisión por cable, periódicos, espacios en radiodifusoras y televisoras abiertas). Es el purpurado que gobierna, que cumple 75 años y recibe como obsequio recursos millonarios del erario público para la construcción de un templo “turístico”; es el personaje que se incomoda y empuja a reporteros que lo cuestionan, que no deja que nadie lo “ofenda” en su casa, que guía a su grey por el camino de las grandes edificaciones. Es quien verdaderamente rige en Jalisco.

Emilio González Márquez es el peón que obedece, que recibe órdenes del cardenal y hace lo que la voz espiritual decide. Se supone que él, González Márquez, investido por la sociedad (son suposiciones) como gobernador constitucional del Estado de Jalisco, debe ser el personaje prominente en la administración local que actúe siempre en beneficio de las mayorías, pero la realidad nos indica lo contrario: el Ejecutivo local se somete a los potentados, al empresariado, al poder del clero (en especial al del cardenal de los 75 años) y al de las televisoras.

Muchos periodistas calculan el dinero público que González Márquez ha desviado a las televisoras y al clero; hacen cuentas: 60 más 20 más 90 más otros 90: muchos, demasiados millones. Más de 200. Pero el gobernador ni se inmuta. Y tampoco se inmutan sus allegados y supeditados. Ellos están gobernando para que Dios esté contento, para que Dios se apiade de estas tierras, para que los mártires cristeros (que mataban, guerreaban y cometían tropelías) sean venerados en Jalisco como santos. ¡Esta administración parece salida de la Edad Media!

González Márquez se ve como un gobernante sagaz, inteligente, que sabe prontamente acallar los escándalos. Por eso justifica la donación de 90 millones de pesos a la Arquidiócesis de Guadalajara (vía una asociación civil) con argumentos bastante convincentes (convincentes para él, claro está): “Lo que yo escucho cuando se dice que el turismo religioso es un turismo importante en el mundo, con capacidad de compra y con deseos de visitar lugares nuevos, lo que yo escucho es derrama económica. Y éste es el interés que tiene el gobierno del estado para conocer el proyecto y para apoyar el proyecto de construcción del santuario de los mártires mexicanos de una forma decidida”. El gobernador escucha nítidamente lo que sucede en el mundo: el turismo religioso produce riqueza. También presta especial atención a lo que dicen el cardenal y el empresariado, quienes buscan transformar a Jalisco en una especie de parque temático de la época colonial. Incluso oye a las minorías, pero a éstas para repetirles que son minorías y que él manda (mandado, claro está, por lo potentados encabezados por el ínclito cardenal de los 75 años).

El cumpleaños de Juan Sandoval Iñiguez: la élite local se arremolina en la morada de quien dirige la grey católica en Jalisco. El ambiente no puede ser mejor: en la mansión (que apareció fotografiada –con cardenal incluido– en una de las revistas donde las élites empresarial y política gustan verse retratadas) hay mariachi, chilaquiles, jugo de naranja, tamales, abrazos, rezos y risotadas. Los funcionarios públicos acuden raudos: alcaldes y diputados, regidores y secretarios de estado. Todos contentos celebrando los años cumplidos de quien da órdenes, es el jefe de jefes y manda en Jalisco. Parecería una reunión de la mafia siciliana festejando el aniversario del capo di tutti capi; la diferencia es pequeña, mínima: acá, en Tlaquepaque, se dialoga sobre sermones y salmos..., ah, y también se habla en español y no en italiano.

Por ahí algunas minorías han dicho que el donativo del gobierno estatal para la construcción del santuario de los mártires constituye un delito. Son las minorías que no quieren que progrese Jalisco, que no le apuestan al turismo religioso y a la generación de empleos: son las minorías apocadas, retrógradas y resentidas. Pero no está de más una justificación, y ésa la da el Arzobispado de Guadalajara cuando arguye que el dinero no lo entregó el gobernador en las manos de Juan Sandoval Iñiguez, sino que todo fue a dar a una asociación civil llamada Pro Construcción del Santuario de los Mártires, la cual dirige el más amigo de los amigos del cardenal (cuando se trata de negocios): el empresario Juan Manuel Hernández. ¡No hay delito!, gritan y vociferan las autoridades terrenales y espirituales.

Pero hay unas minorías tercas, obstinadas y empecinadas: ¡recalcitrantes! Minorías que ven al gobierno estatal maniatado por intereses empresariales y religiosos, minorías que piensan en un turismo diferente al católico, y que también opinan (¡oh, gran sacrilegio!) que una parte de la élite clerical está formada por grupúsculos que se enriquecen al amparo de la fe y de la corrupción. Esas minorías rechazan a González Márquez y censuran a Juan Sandoval Iñiguez porque ambos se burlan de la sociedad, porque un desvío de fondos lo quieren transformar en una donación y un hecho de corrupción lo pretenden disfrazar como un acto de fe. Esas minorías tercas, obstinadas y empecinadas son las que actualmente representan la dignidad del pueblo de Jalisco.