lunes, febrero 25, 2008

Artículo La Jornada Jalisco, 24/02/2008

La sociedad según González Márquez

Jorge Gómez Naredo

La visión que el actual gobierno estatal tiene sobre la sociedad es nítida: la sociedad es mala, pérfida, vil. Es asesina: la sociedad mata; es delincuente: la sociedad roba; es holgazana: la sociedad no se desarrolla económicamente; es puerca, inmunda y cochina: la sociedad contamina. Emilio González Márquez, sin duda, tiene un problema con la sociedad, con su sociedad, con la sociedad que dice gobernar.

En el marco de la entrega del Premio Jalisco a la Calidad, el actual ejecutivo estatal, sin ambages, espetó: “La sociedad en México, la sociedad en Jalisco, está diseñada para generar violencia intrafamiliar: el año pasado aumentó 30 por ciento. La sociedad en Jalisco está diseñada para que, aun con crecimiento económico, no exista desarrollo económico. La sociedad en Jalisco está diseñada, conscientemente o no, querámoslo o no, permitámoslo o no, para depredar nuestro entorno”. Sí, la sociedad es mala, pérfida, vil.

¿Quién nos diseñó?, es la primera pregunta que nace de las declaraciones de Emilio González Márquez. ¿Nos diseñó Dios?, ¿nos diseñó la historia?, ¿la sociedad misma?, ¿el gobierno?, ¿los tres siglos de imperialismo español que no en balde nos hizo cobardes (como diría en alguna canción el trovador cubano Silvio Rodríguez)? ¿Nos diseñaron los medios de comunicación?, ¿la televisión local?, ¿las radiodifusoras?, ¿los periódicos? ¿Nos diseñó el clero?, ¿la iglesia que nunca se ha ido y que sigue teniendo influencia en todos los aspectos de la vida cotidiana de los jaliscienses? ¿Nos diseñó el PRI y ahora nos está diseñando el PAN? ¿Quién nos diseñó, señor gobernador?

Ante la ineficacia gubernamental, la culpa es de todos. Los malos e ineptos no son los gobiernos, sino las sociedades. Es ahí donde se encuentra el problema, donde está la raíz de los conflictos: de la sociedad nació la muerte de Miguel Ángel López Rocha; de la sociedad emerge la falta de crecimiento económico, la violencia intrafamiliar y la contaminación. Sí, la sociedad es mala, pérfida y vil.

Pero González Márquez es optimista: hay personas que no están viciadas, que quieren que las cosas cambien, que están haciendo algo bueno por Jalisco. Y esas personas son las que trabajan en su administración y las empresas de calidad, competitivas, que buscan el desarrollo y dan empleo: “Yo quiero reiterar la felicitación y el agradecimiento por lo que están haciendo las empresas, y quiero pedirles que se conviertan, también, en esos agentes de cambio en la sociedad; que con los demás (que estamos conscientes de esto y que estamos empujando porque se dé este cambio), primero, logremos crear esa conciencia de que conseguimos los resultados como sociedad de acuerdo a lo que estamos diseñados, y que si queremos mejorar, si queremos resultados diferentes, hagamos cosas diferentes”.

La visión del actual ejecutivo estatal es clara: la sociedad está podrida, y el gobierno, en conjunto con las “empresas”, son los salvadores, los que pueden hacer algo porque la situación mejore. Abajo, lo malo; arriba, lo bueno: los “agentes del cambio”. La transformación de Jalisco, según esta concepción del (como bautizó Porfirio Muñoz Ledo al gobernador) Ayatolá González Márquez, se dará siempre desde arriba: nunca desde abajo. Porque abajo, con el pueblo, todo está podrido: la sociedad es mala, pérfida, vil.

La participación ciudadana (es decir, la parte de esta sociedad que no está completamente corrompida) se da a través de la ayuda del gobierno: “lo que se ha hecho con la Gran Alianza es un extraordinario arranque: 35 mesas ciudadanas, aportando a la visión del Jalisco que queremos”. Lo demás, no vale; lo demás, está de más.

Si la sociedad protesta: malo; si la sociedad se moviliza: malo; si la sociedad propone medidas para mejorar la situación actual del estado de cosas: malo; si la sociedad alza la voz y dice no y contradice lo que menciona el ejecutivo local: malo; si la sociedad duda de las autoridades: malo; si la sociedad se organiza fuera de los ámbitos gubernamentales: malo; si la sociedad, en lugar de pensar que el empresariado es impoluto, lo concibe como explotador: malo; si la sociedad piensa en fraudes y desconfía de las sacrosantas instituciones: malo. Pero si la sociedad acepta, calla, no protesta, no se mueve y se queda en sus hogares, va a misa y ve televisión: bueno.

Se supone que el gobierno debe pugnar por el bienestar de la sociedad, pero parecería que para estas administraciones panistas los ciudadanos son el mal. Y peor aún: piensan que ellos, los gobernantes, con sus siempre fieles empresarios competitivos, son los únicos que sacarán del atraso al pueblo. No comprenden que de abajo, y solamente de abajo, es de donde vendrán las transformaciones. Lástima que muchos de los de abajo tampoco sean conscientes de esto.

domingo, febrero 17, 2008

Artículo La Jornada Jalisco, 17/02/2008

Tragicomedia jalisciense

Jorge Gómez Naredo

Acto primero

Un niño cae al río Santiago. Un río contaminado. Un río que transporta en sus aguas metales pesados, desperdicios, bazofia, todo fétido y todo peligroso. Un río asesino. La caída es letal: la herida, certera. Pronto enferma. Pronto pierde el conocimiento. Pronto muere. Las autoridades panistas, encabezadas por Emilio González Márquez, primero ocultan. Encubren porque no quieren que se sepa su incapacidad, su irresponsabilidad ante la falta de saneamiento de las aguas, su pedazo de delito. Después culpan: el niño Miguel Ángel López Rocha falleció no por la ineficacia de un gobierno que desvía recursos para eventos superfluos y telenovelas, que no hace lo que se supone debería hacer. La culpa es de todos, de cada uno de los jaliscienses. Todo somos delincuentes, todos somos asesinos, todos somos, si seguimos este libreto, criminales impunes.

El asesino: un río. El responsable: un pueblo. ¿Y las autoridades, dónde están? ¿La policía irá rauda y veloz, con sus toletes, sus escudos, sus cascos, sus gases lacrimógenos y su prepotencia de siempre a detener al río?, ¿lo arraigará? ¿Todos los jaliscienses debemos entregarnos, esperar sentencia, cumplir condena? ¿Y la autoridad, dónde está?

González Márquez incrimina al pasado y al presente. Reparte culpas: al sistema político (por el cual él fue elegido), a la historia, a Nuño Beltrán de Guzmán, a fray Antonio Alcalde, a Agustín Yánez, a quienes fundaron y forjaron esta ciudad, este Estado. Todos tienen sus responsabilidades. Y él…, él solamente es el encargado de repartirlas.

Muere el niño Miguel Ángel López Rocha y la respuesta del gobierno encabezado por González Márquez se reduce a discursos cínicos e hipócritas. Palabras vacuas. Golpes de pecho, arengas, voces en alto que dicen poco, que dicen nada.

Acto segundo

El Zapopan de Juan Sánchez Aldana: un municipio lleno de contradicciones; de riqueza y pobreza; de autos lujosos y viajes al extranjero conviviendo con hambre e iniquidad económica. Sindicatos del Ayuntamiento piden aumento de salario, exigen más monedas, más oportunidades. Esperan algo, no mucho, no demasiado, simplemente algo: 8% de aumento salarial.

Juan Sánchez Aldana incrementó su estipendio en más del 60%. No solamente él: la élite que “gobierna” el municipio también. Dicen algunos medios de comunicación que fue ilegal, que no fue ético, que se les fue la mano. Pero los funcionarios defienden el incremento: tienen que vivir “dignamente”. Y “dignamente” significa abundancia.

Los trabajadores de Zapopan también defienden. También luchan. También quieren su jirón de dignidad. Pero para ellos el pelear es ilegal, es estar fuera de las normas, de lo correcto, de lo ético. Un día se cansan de la indiferencia y salen a buscar su pedazo de dignidad. Y encuentran macanas y golpes, escudos y energúmenos que los desalojan de las calles.

Juan Sánchez Aldana denuncia, amedrenta, acorrala. Vocifera que quienes impidan la prestación de servicios serán maniatados. Amenaza: “los abogados del municipio están trabajando” y elaboran ya denuncias. Sánchez Aldana justifica: “los empresarios de todo el país acordaron otorgar sólo 4 % de aumento a los trabajadores”. Y los de Zapopan piden 8: ahí está el grave delito. Sánchez Aldana no se ha dado cuenta, no quiero darse cuenta, que él no es empresario: él es funcionario público, y Zapopan no es IBM, no es BIMBO, no es TELMEX.

Acto tercero

Las tontas no van al cielo: Jalisco en cadena nacional (gracias, claro está, a la “sagacidad” de González Márquez). Los protagonistas: Jaime Camil, “un cirujano plástico de gran renombre. Atractivo, agradable y simpático”; Jacqueline Bracamontes, egresada de literatura que escribe en una revista del corazón una columna titulada “Las estúpidas no van al cielo”. Ambos se enamoran, se ríen, comparten el dolor y la felicidad. Una telenovela, según la propia página del culebrón, “de vanguardia”. Jalisco aparece en la tele: Guadalajara y Tlaquepaque, charros que son meseros, meseros que son tontos, tontos que son escritores y una bailarina “insensible, inmoral y calculadora”.

La tragicomedia

Mientras un niño muere por la ineficacia de las autoridades y un alcalde cínico dice no a un aumento justo en el salario de los trabajadores, en la televisión, en cadena nacional, Jalisco aparece en una telenovela absurda y tonta como el lugar adecuado para hacer negocios, para vivir, para visitar. Una tragicomedia, sin duda: González Márquez y la televisión ponen lo cómico, y la realidad, lo trágico.

lunes, febrero 11, 2008

Artículo El Occidental, 11/02/2008

Simulación: el IFE y los nuevos consejeros

Jorge Gómez Naredo

Durante el pasado proceso para elegir a presidente de la República, el Instituto Federal Electoral (IFE) quedó rebasado y desacreditado. Los consejeros, encabezados por la inefable figura de Luis Carlos Ugalde, no supieron ni quisieron llevar a cabo una contienda justa, equitativa y legal. Ante las campañas sucias de Felipe Calderón y del Partido Acción Nacional (PAN) en contra de Andrés Manuel López Obrador, guardaron silencio y no actuaron como “árbitros”. Se negaron al recuento voto por voto y casilla por casilla con argumentos leguleyos y fuera de toda lógica y ética. Llegó a tal grado la iniquidad y el cinismo de Ugalde que proclamó presidente a Felipe Calderón, cuando esa acción correspondía al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, otra institución que también se desprestigió en el proceso electoral de 2006.

El problema de la credibilidad del IFE no inició en el pasado proceso electoral para elegir presidente. Comenzó antes, en 2003, cuando se nombró al consejo ciudadano del Instituto, pues en esa elección el PRI y el PAN marginaron a las demás fuerzas políticas.

Después de las elecciones de 2006, ante una férrea inconformidad de buena parte de la sociedad, en el Congreso de la Unión se pensó en concretar una “reforma electoral”. Los medios de comunicación electrónicos (las radiodifusoras y, en especial, las televisoras) estuvieron en contra, pues la enmienda prohibió la contratación de tiempo aire por parte de los partidos políticos. Pese a ello, los dueños de los consorcios televisivos siempre encuentran huecos en la legislación y ahora, aunque particulares y organismos políticos estén impedidos de contratar tiempo aire, han hallado una forma de hacer negocio, de ganar dinero: se acuerda con políticos que aspiran a cargos de elección popular el “promover” y “financiar” novelas o eventos de beneficencia pública. El caso de Emilio González Márquez, gobernador de Jalisco, es paradigmático: ha desviado más de cien millones de pesos a Televisa y TV Azteca para, supuestamente, promover el turismo, aunque lo que verdaderamente se da es la promoción del político jalisciense.

En la nueva legislación electoral, que no modifica mucho el estado de cosas, no se solucionó un grave problema: la elección de los consejeros electorales. Continúan los partidos políticos eligiendo a quienes más les convengan: en lugar de pensar en el bien del IFE, actúan conforme a sus intereses.

El jueves pasado se eligió a Leonardo Valdés Zurita (hombre cercano al priísta Manlio Fabio Beltrones) como nuevo consejero presidente del IFE. No se colocó a este personaje en el puesto más importante del Instituto por su experiencia y sus capacidades, sino por un acuerdo político entre PAN, PRI y una fracción del PRD. Sin lugar a dudas, todo fue una farsa. Se convocó a los ciudadanos para que acudieran a la Cámara de diputados a presentar sus candidaturas. Asistieron muchos. De entre todos, se eligió a más de veinte personas con los perfiles más adecuados y se hicieron exámenes. Quien obtuvo la mayor calificación fue Genaro Góngora Pimentel. Es decir, según la lógica, él debía ser elegido presidente del IFE. No fue así. El PAN y el PRI lo vetaron, como vetaron también a Jaime Cárdenas. Si se sabía que los candidatos más aptos serían censurados, ¿por qué se montó una farsa con convocatoria y exámenes incluidos?

La elección de Leonardo Valdés Zurita como presidente del IFE y de Benito Nazif y Marco Antonio Baños como consejeros, no mejora en nada al Instituto y sí lo sume más en una rotunda falta de credibilidad, pues dichos personajes deben sus puestos a los partidos políticos y no a la sociedad. Se están repitiendo los mismos errores. No se progresa, no se avanza, no se mejora. Como se leyó en la rayuela de La Jornada el pasado viernes: “Muy chico para el puesto y con vicios de origen, el nuevo titular del IFE se perfile ya como digno sucesor del inefable Ugalde”. Es decir, continuará el IFE en decadencia y sin credibilidad: lo peor que le pueden pasar a los casi nulos avances democráticos en este país.

Artículo La Jornada Jalisco, 10/02/2008

Entre contaminación e ineficacia

Jorge Gómez Naredo

No somos lo que éramos: nos hemos transformado como colectividad, como humanidad y, también, hemos influido en el desarrollo de la naturaleza, de la tierra, de los lugares que habitamos. Un hombre del siglo XVIII no se reconocería en nosotros y tampoco entendería el paisaje de hoy. Hay muchos cambios tanto a nivel cultural (entendida la cultura como lo que hacemos, la manera de comportamos y qué instrumentos tecnológicos usamos) como ecológico.

Cuando en el siglo XIX inició la revolución industrial, no se pensaba en los efectos que los adelantos tecnológicos tendrían en la naturaleza, en nuestro entorno. Lo importante era producir la mayor cantidad de mercancías en el menor tiempo posible. El obrero era tratado como esclavo, siempre en aras de obtener el óptimo beneficio. La lucha, pues, se centró en el mejoramiento de las condiciones laborales del proletariado. Fueron batallas encarnizadas las que se libraron y que hoy, en pleno siglo XXI, se continúan dando. La relación capital, fuerza de trabajo y materias primas no se centró, en esa época, en los efectos que podría traer el desarrollo industrial y tecnológico en la tierra, en el mundo que pisamos, en el aire que respiramos, en las aguas que bebemos.

A mediados de siglo pasado comenzaron a surgir movimientos que pugnaban por la no destrucción del planeta. De un momento a otro la humanidad se encontró con su realidad, su cruda realidad: un deterioro constante y preocupante de la naturaleza. Los movimientos ecologistas se fueron consolidando a pesar del desdén de los gobiernos y, en especial, de las grandes empresas contaminantes. En varios países algunos líderes políticos comprometidos con la mejora del medio ambiente iniciaron luchas para detener la destrucción del orbe.

En México, sin embargo, no existe esta tradición. Los designios empresariales son los que mandan: los funcionarios públicos los obedecen, jamás los contradicen. Hay discursos por parte de las autoridades de mejoramiento ambiental, de proyectos para que se contamine menos, pero en la realidad, nada pasa, nunca se actúa con eficacia. Caso elocuente de este proceso es el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), que en lugar de pugnar por la mejora del planeta, se dedica a aliarse a quien sea con tal de mantener puestos en la administración pública.

En Jalisco la situación es preocupante. En días pasados, el niño Miguel Ángel López Rocha cayó al río Santiago. Caída peligrosa, caída letal: hoy se encuentra en coma, mirando a la muerte y alejándose de la vida. Pero no solamente es él: los habitantes de El Salto y Juanacatlán que habitan en las inmediaciones del contaminado río sufren los efectos nocivos de las aguas infectadas de arsénico, cadmio, cromo, plomo, zinc, níquel, mercurio, cobre y demás sustancias. Ante esto, ¿dónde está la autoridad?, ¿dónde las supuestas acciones de mejoramiento de la naturaleza?, ¿dónde el compromiso de las empresas para con el medio ambiente?

Hoy es ineludible discutir el problema de la contaminación. Pero no solamente se necesita hablar, también hay que actuar. Al río Santiago hay que sanearlo; y para eso, hay que invertir. Nada se solucionará con el entubamiento del río en la parte de Juanacatlán y El Salto. Es una propuesta, como mencionó Arturo Curiel Ballesteros, investigador de la Universidad de Guadalajara, que obedece más a la realidad de la época colonial que a nuestro siglo XXI.

No solamente se necesitan sanear los ríos y cumplir las leyes encaminadas a detener el deterioro del medio ambiente. También hay que prever. Por ejemplo, en la Zona Metropolitana de Guadalajara, los vehículos contaminantes cada vez son más. No se ha planteado un sistema de transporte público no contaminante (como una ampliación del Tren Ligero) que mejore la calidad de vida de los habitantes. Si la situación continúa como hasta ahora, pronto será más y más insalubre vivir en la ciudad.

El mejoramiento del medio ambiente es una tarea de todos. El gobierno necesita actuar rápido y eficazmente, lo cual no ha hecho: la actual administración, a sabiendas del grave problema de la contaminación del río Santiago, continúa empeñada en edificar la presa de Arcediano, la cual dotará a la zona metropolitana de Guadalajara de las mismas aguas que hoy tienen en una cama de hospital, mirando la muerte, al niño Miguel Ángel López Rocha. Por su parte, las empresas deben comprometerse con el medio ambiente y buscar no contaminar tanto: una utopía, sin duda, pues a los grandes capitalistas lo único que les importa es la mayor ganancia y los menores costos. Y a la ciudadanía, al pueblo, le corresponde luchar para vivir en un entorno más sano. Ojalá se evite que este mundo, con sus tierras y sus ríos, sea considerado en estado de coma. Si así fuere, la humanidad se pondría a mirar la muerte y distanciarse de la vida.

martes, febrero 05, 2008

Artículo La Jornada Jalisco, 03/02/2008

El primer informe

Jorge Gómez Naredo

El primer informe de gobierno de Emilio González Márquez: adentro del palacio legislativo estatal, sonrisas, cifras positivas, frases triunfadoras, algunas críticas superficiales y demagogia. Afuera: manifestantes que exigían ver al gobernador para plantearle sus críticas, pero que no pudieron por las vallas y los cientos de policías. Dos caras de la moneda, dos visiones de mundo, dos maneras de comprender la situación actual de Jalisco. Adentro: diputados vestidos de traje, líderes políticos vestidos de traje, empresarios vestidos de traje y varios invitados más vestidos, también, de traje; afuera: gente inconforme, demandas y acusaciones al por mayor.

Para el gobernador Jalisco va bien, muy bien, requetebién. Hay empleo, aunque lo salarios no sean buenos. ¡Pero esas son nimiedades! Los jóvenes estudian gustosos porque hay becas para el transporte público. Es más, se ha invertido demasiado en ciencia y tecnología. Los ancianos (que en la propaganda del ejecutivo son nombrados “nuestros viejitos”) día a día se enriquecen con el copioso dinero que les da el gobierno. Y qué decir de lo mucho que se ha hecho en infraestructura carretera, en hospitales y clínicas populares. Jalisco va bien, muy bien, requetebién, y claro, con el PAN irá todavía mejor. La única pregunta que surge es, ¿dónde está ese Jalisco que nos describe tan nítidamente el gobernador?

González Márquez se parece a Felipe Calderón: a ambos les gusta luchar contra la corriente y se sienten bien ante las grandes adversidades. Por eso, quizá, dijo en su primer informe de gobierno: “Las desigualdades en Jalisco llegan a niveles ofensivos, por lo que los programas encaminados a romper el ciclo de la pobreza y reducir la marginación, deben fortalecerse a la par que se generen mejores oportunidades para los que menos tienen”. Sí, en un mar de desigualdad, injusticias y pobreza, el tercer gobernador panista de Jalisco fortalecerá las oportunidades y todo saldrá bien, ya que, “el 2008 será el año de la infraestructura y del combate a la pobreza”. Sin duda, una de las primeras acciones de 2008 para erradicar la pobreza fue el otorgamiento de más de diez millones de pesos que el gobierno del Estado regaló a Televisa para la telenovela Las tontas no van al cielo.

La culminación del informe de gobierno de González Márquez no pudo ser mejor: “Ratifico que asumimos esta función [la de gobernador] no por glorias humanas ni para abusar del poder. No hemos olvidado ni en los objetivos ni en los hechos que el dinero del pueblo es sagrado y que sólo puede utilizarse para el bien común y el desarrollo del Estado”. Sí, el dinero del pueblo es sagrado y solamente se usará para el bien común y el desarrollo de la entidad, es decir, para promocionar la imagen de González Márquez y que, en un futuro, Jalisco (bien desarrollado y con dinero muy sagrado) pueda vanagloriarse de tener a uno de los suyos en la silla presidencial.

En el informe no faltó lo chusco. Los diputados federales de Acción Nacional, encabezados por Raúl Alejandro Padilla Orozco, salieron del recinto legislativo y no escucharon el informe de González Márquez porque se les mandó a “gayola”, es decir, a la parte de arriba del inmueble. ¿Cómo ellos, tan entregados al trabajo por el bien de Jalisco, podían ocupar un lugar tan innoble? Las palabras de Padilla Orozco son elocuentes: “Ese lugar que nos asignaron no es digno para los diputados federales, cuando todos y cada uno de nosotros hemos hecho un trabajo muy importante y vale la pena que respetemos el recinto y que respeten lo que nosotros representamos”. Ellos, “los héroes de la película”, no pueden, por ningún motivo, estar en un lugar indigno. Al contrario, la gente debería agradecerles el servicio que están prestando al Estado: cada uno de los jaliscienses precisa exigir que, para el próximo informe, a estos ínclitos personajes (los diputados federales panistas), se les coloque en lugares de honor, con ceremonias a su llegada y con numerosos reconocimientos: hacen un trabajo “muy importante”.

El discurso de González Márquez se caracterizó por palabras vacías y lugares comunes. Faltó la verdadera autocrítica: ¿qué se hizo con los excedentes del petróleo?, ¿por qué se mantuvo en la Procuraduría del Estado a una persona que está acusada de pederastia?, ¿por qué se le regaló al duopolio televisivo más de cien millones de pesos?, ¿por qué el constante desdén hacia las propuestas ciudadanas?, ¿por qué no se ha mejorado la movilidad urbana?, ¿qué se ha hecho para combatir realmente la pobreza?, ¿qué proyecto se tiene para el desarrollo de la entidad? Frases como “nos enorgullece que en Jalisco damos pasos hacia un progreso armonioso entre el adelanto material, tecnológico, cultural e intelectual” son ofensivas para quien habita y conoce la realidad del estado.

El gobernador quiere más informes: no solamente uno, sino cuatro. Cuatro pavoneos, cuatro discursos llenos de lugares comunes y de palabras que, queriendo decir mucho, dicen nada. Quiere cuatro escenarios y, claro, cuatro momentos llenos de reflectores para, así, promocionar más su imagen y obtener en un futuro la candidatura panista a la presidencia de la República. ¡Esto sí que es gobernar!

Artículo El Occidental, 04/02/2008

Muestras de gran inconformidad

Jorge Gómez Naredo

Y salieron a las calles. Sí, salieron muchas, demasiadas, miles de personas para exigir la renegociación del capítulo agropecuario del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). En las altas esferas del gobierno federal se insistió que habría diálogo, que se establecería una mesa de “negociación” con los campesinos en la cual se contaría con la presencia de varios funcionarios del gabinete de Felipe Calderón. Pero no se fue más allá de las conocidas promesas de “comunicación plural”. Alberto Cárdenas Jiménez, ex gobernador de Jalisco y hoy Secretario de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (SAGARPA), pidió propuestas “concretas” a los inconformes. Ofreció mucho, demasiado, un montón de diálogo; incluso declaró: “Le decimos a todas las organizaciones que la puerta siempre estará abierta al diálogo, que la puerta permanente de par en par estará así en la SAGARPA, en México y en todas las delegaciones: hablando se entiende la gente”. Sí, hablando se entiende la gente. Pero, ¿cuánto diálogo se necesita para que el gobierno federal comprenda que el campo no aguanta más?

Y salieron a las calles. En la ciudad de México se concentró el mayor número de manifestantes. Es ocioso hablar de cifras cuando las imágenes mostraron un Paseo de la Reforma atiborrado de personas, de tractores, de pancartas. Pero no solamente en la capital del país el campesinado mexicano se manifestó. En Guadalajara, por ejemplo, hubo una marcha bastante nutrida (considerando la apatía de los jaliscienses hacia temas “políticos”) que exigió lo mismo: renegociar el capítulo agropecuario del TLCAN. En Monterrey, Zacatecas, Morelia, en la mayoría de los Estados de la República los campesinos se organizaron y salieron a las calles. No quieren dádivas, no quieren diálogo que nunca llega a ningún acuerdo: exigen, y sus exigencias son apoyadas por miles, por cientos de miles de mexicanos.

Y salieron a las calles. Como seguramente saldrán miles de personas más para impedir que el campo mexicano, tan maltratado por más de dos décadas de gobiernos neoliberales, se termine de venir abajo. Pero no solamente se buscarán las reivindicaciones del campesinado. Hay mucho por qué protestar: México va mal, el desempleo es preocupante y la mayoría de los puestos de trabajo que existentes carecen de beneficios sociales: contratos de unos cuantos meses, carencia de seguridad social y muchos inconvenientes más. El obrero y el trabajador están a la deriva y, con la reforma laboral en puerta (ésa que Juan Camilo Mouriño busca impulsar y a la cual dará prioridad), la falta de derechos sociales para los trabajadores se legalizará. En aras de la “competitividad” se pierden las conquistas del proletariado, esas conquistas que costaron tantas vidas, tanto sufrimiento, tantas lágrimas.

Y salieron a las calles. Y volverán a salir. No solamente para protestar en contra del TLCAN, sino también para exigirle al gobierno de Felipe Calderón que no privatice Petróleos Mexicanos (PEMEX), porque sin los ingresos de la paraestatal, ¿qué será de México?, ¿cuál será nuestro futuro como nación? No cabe duda que PEMEX necesita inversión y que hay corrupción en la empresa y en el sindicato de la misma. Sí, no cabe duda. Pero también es cierto que PEMEX es una de las empresas más rentables en el mundo y que si se erradica la corrupción y se busca aminorar la carga tributaria que tiene (ninguna empresa privada la tiene, es más, jamás tendría un consorcio particular esa carga fiscal que pesa sobre PEMEX), la paraestatal podrá salir adelante sin un cinco de capital privado.

Y salieron a las calles. Y salieron porque el país no va bien, porque no hay rumbo, porque Felipe Calderón (que llegó a la presidencia sin legitimidad) está pagando facturas a quienes lo apoyaron para que fuera presidente. Pero en el PAN y en Los Pinos no ven el sufrimiento del pueblo, la tristeza del pueblo, la pobreza en el pueblo. Y lo peor, no ven el coraje del pueblo, el odio del pueblo, el estallido del pueblo. No ven. Por eso, la gente sale a las calles y seguirá saliendo hasta que llegue un momento en que se paralice el país todo.