martes, mayo 27, 2008

Crónica vista de AMLO a Jalisco

Crónica aparecida en La Jornada Jalisco, el 26 de mayo de 2008.


Con la privatización nos convertiríamos en colonia extranjera, advierte AMLO

  • El pueblo de Jalisco es mucho para tan poco gobernador, dijo en Guadalajara y Ciudad Guzmán

Jorge Gómez Naredo

La gente llega, llega y llega. No se cansa de llegar. Se queda, espera y grita; observa, escucha y canta. “¿Un mitin en domingo?”, pregunta una señora que cruza la Plaza Universidad, antiguamente conocida como de las Sombrillas. “Sí, señora, un mitin. Y es de López Obrador”, le responde un joven con una camisa blanca que lleva pegada una calcomanía en la cual se lee, con letras rojas y verdes: “¿Vender Pemex?: ¡Nunca!” A las diez de la mañana, en el templete, alguien habla y anuncia que pronto, que rápido, que en un ratito llegará el “presidente legítimo” de México. La gente, ah, la gente, se queda, espera y grita; observa, escucha y canta.

En avenida Juárez los ciclistas pasan y pasan. Voltean y voltean. Unos meten freno, se detienen, preguntan: “¿Qué hay?”, “¿quién estará?”, “¿un grupo de rock?” La respuesta está en el cruce de avenida 16 de septiembre y la calle Pedro Moreno: de una camioneta gris clara se apea Andrés Manuel López Obrador, el ex jefe de gobierno del DF, el ex candidato a la presidencia de la República, el “presidente legítimo” de México. Las cámaras fotográficas hacen clic, clic, clic. La gente se acerca, lo saluda, lo abraza, y alguien dice: “hay que salirnos del PRD: ¡lo están traicionando!”. Él camina y sonríe, saluda y sigue sonriendo.

Arriba y abajo

Arriba del templete, políticos, líderes sociales y coordinadores de brigadas: ahí están el único diputado federal por Jalisco, dos legisladores locales y una regidora tapatía. Pero los perredistas son los menos en el templete: quienes rodean a López Obrador son jefes de brigadas y de organizaciones sociales. Eso arriba. Abajo, al pie del templete, gritando y gritando: más de dos mil personas. En primera fila, las adelitas, vestidas de blanco y la mayoría con sombrero o paliacate. Ellas saludan y mandan besos a López Obrador; toman fotos, alzan los brazos, empuñan las manos. Y todos abajo gritan al ver llegar a quien esperaban: “Es un honor / estar con Obrador” y “este es el pueblo, de López Obrador / ¿cuál es el tuyo, espurio Calderón?”

Antes de la alocución de López Obrador, Humberto Ortiz, del Movimiento en Defensa del Petróleo, da los nombres de las diversas brigadas que, casa por casa, informan sobre el intento del gobierno federal para privatizar Pemex, para saquear al país. Unas señoras, sentadas en una banca, comentan: “Ya hay muchas brigadas, ¿por qué a mi barrio no han ido?”

Todos a escuchar

López Obrador se acerca al micrófono y la gente, ah, la gente, grita fuerte el ya conocido coro “presidente / presidente / presidente”. La Plaza Universidad está casi llena. Ciclistas que pasean por la Vía Recreactiva se detienen y montados en sus bicicletas escuchan el discurso: “Si se privatiza el petróleo, si se entrega el petróleo a los extranjeros, perderíamos nuestra soberanía, dejaríamos de ser un país libre, independiente y soberano […] Si se vuelven a abrir las puertas a las compañías extrajeras va a ser muy difícil sacarlas […] Nos convertiríamos en una colonia extranjera”.

La gente escucha y escucha detenidamente. Todo es atención. El sol arriba cala, duele, hace sudar. Pero nadie se mueve, nadie deja de escuchar. Cuando López Obrador arenga y dice: “No queremos la privatización del petróleo. La disyuntiva es colonia o país. Y nosotros queremos seguir siendo un país libre, independiente y soberano”, cientos de gargantas estallan: “Es un honor estar con Obrador / es un honor estar con Obrador”.

Atrás de templete hay tres personas en sillas de ruedas. Todos vienen a escuchar al ex candidato presidencial, a decirle, como lo menciona la señora María Ángela Castillo: “No voy a dejar a López Obrador hasta que él diga que ya ganamos”. El niño Iván Alejandro Huerta, que padece distrofia muscular, sostiene desde su silla de ruedas un cartel donde se lee: “Señor Presidente López Obrador, quiero saludarlo”. Y al final, cuando ya ha acabado el mitin, cuando la gente grita y grita “Pemex no se vende, Pemex se defiende”, el “presiente legítimo” baja del templete y el deseo de Iván Alejandro se cumple: López Obrador lo saluda y lo abraza.

A más de 100 kilómetros de Guadalajara

Ciudad Guzmán es la cuna del primer gobernador panista de Jalisco, Alberto Cárdenas Jiménez; y también, López Obrador, ahí, en la plaza central, a lado de una escultura que representa al pintor José Clemente Orozco (del que dijo era el que más le gustaba de los muralistas mexicanos), dirige un discurso a los guzmanenses. El eje de sus palabras es la defensa de Pemex, la defensa de la soberanía nacional, de un país con esperanza y con libertad: independiente. Pero para tenerlo, dice el ex jefe de gobierno del DF, hay que luchar contra un enemigo que se ha aliado al gobierno en turno, al gobierno de la derecha: la televisión. “Tenemos muy presente que con la televisión se manipula, con la televisión se distorsiona la realidad; con la televisión se imponen presidentes”. Y cientos de personas, que no llenan la plaza pero que tampoco son pocas, inician musicalmente el coro “culeros, culeros, culeros”. Las cámaras de TV Azteca y de Televisa, que no se encuentran presentes, desgraciadamente no pueden registrar el hecho.

Quienes escuchan en Ciudad Guzmán a López Obrador, la mayoría, según José Zamarripa, coordinador del Movimiento en Defensa del Petróleo en Jalisco, son brigadistas, ciudadanos que casa por casa informan a la población de la importancia de estar al tanto de lo que sucede en el país, de la importancia de defender el petróleo, de la importancia de impedir que la derecha (la del PAN y la del PRI) aprueben la reforma energética que envió Felipe Calderón a la Cámara de Senadores.

El ex candidato presidencial da consejos, palabras de apoyo, esperanza: “Tenemos que actuar así, utilizar este gran recurso que tenemos, que es este movimiento, para llevar a cabo la transformación que necesita nuestro país. Y hacer nuestro trabajo sin enojarnos. Nosotros no tenemos que estar enojados. Mucho menos vamos a estarnos peleando. Nosotros tenemos que andar contentos. Estar felices porque realmente es un honor, es un timbre de orgullo, estar luchando por una causa justa, estar luchando por los demás”.

El gobernador de Jalisco: ¡presente!

Andrés Manuel López Obrador en Ciudad Guzmán repite lo que en la capital el estado dijo de Emilio González Márquez: “Lo acabo de decir ahora [en Guadalajara] y lo voy a repetir: es mucho pueblo el de Jalisco para tan poco gobernador”. La gente, ah, la gente, grita, grita y grita, descarga su ira ante la donación de más de 90 millones de pesos del erario público a la Arquidiócesis de Guadalajara, ante la mentada de madre gubernamental, ante el “me vale madre lo que piensen”. Sí, hay enojo, hay encono.

El ex candidato presidencial aduce claramente lo que piensa del actual mandatario estatal: “No se puede el gobierno convertir en el promotor de una iglesia: eso no le conviene ni a la iglesia católica. No es un mensaje de tolerancia ni mucho menos de rectitud ni de justicia”.

Al finalizar el mitin en Ciudad Guzmán, López Obrador abraza, López Obrador saluda, López Obrador besa; y también responde ante las imputaciones de quienes lo acusan de intervenir en el proceso interno del PRD: “La defensa del petróleo está por encima de cualquier interés personal o de cualquier interés de grupo o de partido: la patria es primero. Y es muy delicado lo que quieren hacer: entregar la soberanía nacional, convertirnos en una colonia”.

El objetivo principal del Movimiento en defensa del petróleo es la no privatización y el saneamiento de Pemex. Y López Obrador apuesta a la consulta pública, a que la gente, el pueblo, el verdadero dueño de las riquezas de este país, decida. Y para eso hay dos posibilidades: convencer a los legisladores del PAN y del PRI de hacer un referéndum, de pedir la opinión de pueblo y, si ésta opción no funciona, “vamos nosotros a convocar para que los ciudadanos participen y ya veremos cómo se organiza”.

La gente quiere saludar a López Obrador, quiere tomarse una foto con él, quiere tocarlo, quiere verlo de cerca. Y por eso el trayecto del ex jefe de gobierno del DF del templete al vehículo que lo llevará a Colima tarda más de veinte minutos. La gente no deja de gritar: “Es un honor estar con Obrador”. Ni tampoco se olvida de lo principal, de lo importante en estos momentos: “Pemex no se vende / Pemex se defiende”

Artículo El Occiental, 26/05/2008

Las mentiras de Felipe Calderón

Jorge Gómez Naredo

Felipe Calderón, en cada acto a donde asiste, en cada discurso que da, muestra cinismo, hipocresía y desvergüenza. Cercado siempre por cientos de vallas y policías, habla y habla con mentiras, con engaños, con estafas. Llegó a la presidencia a través de un fraude electoral y su gestión se ha caracterizado por eso: por el fraude, las palabras vacías y los discursos huecos.

Basta dar un vistazo a sus alocuciones para comprobar la distancia que guarda la realidad de Calderón con la realidad real, ésa que se experimenta abajo, con el pueblo, distante de la mayoría de los funcionarios públicos que solamente miran desde arriba los problemas de la población mexicana. El martes pasado, en San Luis Potosí, Calderón adujo: “Amigas y amigos, queremos apretar el paso, queremos seguir con el combate a la pobreza y a la desigualdad”. Esto es cinismo: buenos deseos, palabras huecas. La situación económica día a día empeora. Es fácil darse cuenta en una visita al mercado, al súper o a la tiendita de la esquina: todo ha subido. El desempleo se ha incrementado y las fuentes de trabajo que existen son temporales, con bajos salarios, sin seguridad y sin prestaciones. Miles de mexicanos a diario son explotados. ¿Esto es apretar el paso?, ¿esto es querer eliminar la pobreza? Palabras huecas, palabras alejadas de la realidad y pronunciadas por una persona que llegó al poder gracias al apoyo económico de personas que, por todos los medios posibles, buscan no cambiar el estado de cosas.

Mentiras, mentiras y más mentiras. En Veracruz, el martes pasado, respecto a Petróleos Mexicanos (Pemex), Calderón mencionó: “Queremos fortalecer a la empresa, queremos fortalecerla, en primer lugar, para hacerla más transparente, porque queremos que cada una y cada uno de ustedes, no sólo yo como Presidente de la República, también quiero verlo yo, pero no sólo yo o el Gobernador, sino cada una y cada uno de ustedes, que somos todos dueños de PEMEX, sepamos en qué se gasta y hasta dónde va hasta el último centavo de Petróleos Mexicanos”. Vaya manera de ser hipócrita y cínico. Habla de transparencia, de rendiciones de cuenta, pero, ¿cómo puede hacerlo (¡vaya moral y ética que posee el señor Calderón!) cuando su gobierno se ha caracterizado por la opacidad? ¿Por qué ahora Calderón busca hacer transparente a Pemex y, en su momento, se negó rotundamente a hacer transparentes las elecciones de 2006, a transparentar la democracia? Hipocresía, cinismo y engaños.

La estafa es clara: Felipe Calderón presentó la reforma energética no para mejorar a Pemex y dotarlo de transparencia y tecnología: lo hizo para entregar a capitales privado (esos mismos que lo ayudaron en su campaña electoral) la riqueza del país. Y miente a cada instante, miente en todo momento. No quiere hacer de Pemex una empresa que funja como palanca de desarrollo del país, quiero, más bien, pagar una factura pendiente.

El engaño es muy nítido. Desea convencer a la población con ideas absurdas: “Y yo les aseguro que si podemos hacer esa reforma [energética], México estará en capacidad de financiar su desarrollo y no habrá un solo joven que no tenga oportunidad de acceder a la educación universitaria”. ¡Pamplinas! Producir más petróleo crudo y venderlo a Estados Unidos no garantiza el desarrollo del país y el acceso de todos los jóvenes a la educación superior. Se precisa tener un gobierno con proyecto, donde se reforme el sistema tributario, donde los grandes capitalistas paguen impuestos, donde Pemex no sea exportador de crudo e importador de productos refinados, donde haya verdaderos programas para erradicar la pobreza y donde se trate, por todos los medios posibles, de reducir las grandes desigualdades económicas entre los mexicanos. El petróleo no desarrolla a un país por sí solo, es un apoyo, pero se necesita el acompañamiento de otras medidas. Y Calderón no las llevará a cabo porque dichas medidas van en contra de quienes lo impusieron en la presidencia.

Miente Calderón. En cada discurso que pronuncia se observa claramente la hipocresía y el cinismo. Miente, miente y vuelve a mentir. Ojalá que el pueblo mexicano no se deje convencer por estas palabras falaces, estas palabras llenas de descaro y desfachatez.

Artículo La Jornada Jalisco, 25/05/2008

Más allá de las mentadas

Jorge Gómez Naredo

Emilio González Márquez ya comenzó a cosechar lo que sembró aquella noche etílica en la Expo Guadalajara, cuando en un arranque de alegría y paroxismo, espetó a las minorías (es decir, a sus opositores): “¡chinguen a su madre!” Y lo cosechó (vaya ironías del destino) en su tierra natal, la que ama desenfrenadamente: Lagos de Moreno.

No sirvieron los antimotines apostados para contener a los manifestantes: varios laguenses (estudiantes y profesores del Centro Universitario de Lagos y ciudadanos en general) lograron introducirse en las cercanías de la Preparatoria Regional de Lagos, donde González Márquez inauguraría una biblioteca. Los gritos se escucharon nítidamente y nada ni nadie los pudo acallar. Fueron de enojo y de hastío ante un mandatario que ha logrado, en poco tiempo, poner a buena parte de la población jalisciense en su contra. Las pancartas reflejaron hasta dónde ha llegado la irritación a las acciones del gobernador: “Yunquista, eres un asco como persona y gobernador”, “Emilio, vete a gobernar a la chingada”, “Emilio, la tuya. Atte: Los poquitos”, “Los pendejos no van al cielo”, etcétera.

La respuesta de González Márquez a los manifestantes fue torpe: “déjenme dirigir un mensaje a los amigos que han venido a manifestar su justa protesta: respeto y respaldo las protestas de toda la gente que piensa diferente; creo que eso es parte de la democracia y tienen derecho a gritar […] Yo me equivoqué y me vi corriente. ¡No se equivoquen ustedes, no se vean corrientes! Yo estaba en una cena, ustedes están en una casa del saber, en un centro de estudios. Si yo me equivoqué, es decisión de ustedes si se equivocan como yo lo hice en alguna ocasión. Ofrecí disculpas porque lo hice mal: está en ustedes saber si son tan corrientes como yo, o si no llegan a ese nivel”.

Parecer ser que el gobernador de Jalisco no ha entendido lo que las manifestaciones buscan y reclaman: no es cuestión de ser o no “corriente”, de decir tal o cual palabra que ofenda la moralidad de las “buenas costumbres”. Lo que verdaderamente se observa en las muestras de inconformidad hacia el mandatario es la crítica a su manera autoritaria de gobernar y al desdén mostrado hacia los opositores. Las protestas no son en contra de las palabras altisonantes o de la utilización de éstas, son en contra del desvío de recursos al Santuario de los Mártires y a las televisoras, de la dilapidación del erario público y del desprecio a quienes critican estas acciones.

González Márquez ha hecho todo lo posible para reñir con sus opositores y sus críticos. Primero adujo que quienes estaban en contra de él eran “minorías”. Es decir, trató despectivamente a todo el que osara no concordar con sus acciones de gobierno. Después, debido al alcohol, a la alegría o a la sinceridad, espetó a esas minorías que le valía madre lo que pensaran y, además, gritando, les dijo: “chinguen a su madre”. Pero la ofensa no fueron las palabras altisonantes ni lo “corriente” que se vio el gobernador, el verdadero agravio fue desdeñar las opiniones de quienes piensan distinto a él y quienes creen que la utilización de recursos públicos para “donarlos” a la Arquidiócesis de Guadalajara (y a las televisoras) es simple y llanamente un desvío de recursos, un delito que, como tal, debe castigarse.

Al terminar su alocución en su terruño, en su amado Lagos de Moreno, González Márquez, entre gritos de los inconformes, dio una especia de cátedra democrática y pidió a los presentes “que entendamos que hay gente que piensa diferente y que los respetemos”. El discurso pronunciado por el mandatario dista mucho de sus acciones y de sus arengas pronunciadas bajo los efectos de unas copas de más. Cuando mencionó que quienes pensaban diferente eran una “minoría”, no entendió ni quiso entender que las minorías también tienen derechos en una democracia y que los gobernantes deben atender a sus planteamientos. Cuando espetó los ya clásicos “me vale madre” y “chinguen a su madre”, simple y llanamente no discernió que los pensamientos diferentes no sólo hay que conocerlos, sino que también, él, como gobernador, tiene la obligación de tomarlos en cuenta.

Aunque se quiera ocultar en las oficinas de gobierno, la inconformidad hacia González Márquez crece día a día. A lugar a donde vaya, hay manifestantes dispuestos a recordarle que no están conformes con su gestión. La vigilancia en torno al gobernador se ha incrementado: se va asemejando cada día más a Felipe Calderón (que llegó a la presidencia a través de un fraude electoral y, por ende, es un mandatario espurio), quien nunca puede salir de Los Pinos sin sus vallas y sus policías, sin sus retenes y sus operativos de seguridad. ¡Vaya manera de gobernar y de estar en contacto con el pueblo de estos “representantes populares” panistas!

lunes, mayo 12, 2008

Artículo El Occidental, 12/05/2008

La bicicleta como medio de transporte

Jorge Gómez Naredo

Es difícil, complicado y muy peligroso ser ciclista en la ciudad de Guadalajara. Parecería que hacer de la bicicleta tu principal medio de transporte es un atrevimiento que puede ser perseguido con un atropellamiento. La capital de Jalisco se ha transformado en una ciudad para los automóviles: ellos son los reyes, los poderosos, los que deben tener la preferencia en todo y a los cuales se les permite cualquier cosa.

Las autoridades municipales y estatales no han hecho gran cosa por incentivar el uso de la bicicleta: no existen hasta ahora ciclovías (y sí muchos pasos a desnivel, puentes y vías “rápidas” para los autos) donde el ciclista pueda ir tranquilo, sin la necesidad de cuidarse a cada instante de sufrir un accidente. Tampoco hay ciclopuertos donde los tapatíos puedan dejar sus bicicletas para ir a realizar sus actividades cotidianas. La ciudad carece de infraestructura para que la población pueda utilizar la bicicleta como medio de transporte. El auto es la autoridad: el gobernador sube en una camioneta último modelo y jamás piensa en los peatones ni en los ciclistas; lo mismo sucede con los presidentes municipales, los diputados, los ediles, los empresarios y, claro, jamás se ha visto al cardenal Juan Sandoval Iñiguez (el verdadero poder en Jalisco) paseando por las rúas de Tlaquepaque en una bicicleta de montaña o de ruta. Para ellos, que son los que al final toman las decisiones de gobierno, el único medio de transporte es el auto particular.

Cuando se habla de “inversión” en vías de comunicación, nuestras actuales autoridades siempre piensan primero en grandes avenidas, en puentes y pasos a desnivel. Jamás les pasa por la mente edificar ciclovías. Quizá reciban las iniciativas de algunas personas que buscan hacer de Guadalajara una ciudad donde el ciclista sea respetado y pueda movilizarse de manera segura y digna. Pero no toman acciones al respecto.

Actualmente, salir en bicicleta es una verdadera aventura. Los autos están por todas partes: en las calles y las banquetas. No respetan nada ni a nadie. El automóvil particular es intocable. La culpa de los accidentes siempre recae en el transporte público. Y sí, los choferes de camiones son un peligro, pero no solamente ellos, también los conductores de carros particulares.

Invertir y potenciar el transporte en bicicleta no es caro. Con más de ciento cincuenta millones de pesos que el gobernador ha desviado del erario público a empresas particulares (la Iglesia y Televisa) se pudieron haber construido varias ciclovías y ciclopuertos. Pero nada de esto sucedió. Continúan vendiéndose cientos de autos cada semana y las vialidades cada día están más llenas. Y en lugar de disminuir la proliferación de automóviles, las autoridades buscan realizar más y más vías rápidas.

La bicicleta como medio de transporte tiene varias ventajas: se trata de vehículos que no contaminan, la población hace ejercicio y se evitan embotellamientos en las avenidas. Pero parece que las autoridades no reflexionan sobre estos temas. Si bien es cierto la Vía Recrea-activa ha sido un éxito, se ha planteado como un día a la semana (o medio día) en el cual la bicicleta se hace dueña de las calles. Y está bien. Pero se precisa ir más allá. La bicicleta no solamente se debe ver como un solaz o una diversión, sino que se necesita conceptuar como una alternativa al automóvil y al transporte público (ahora tan caro y siempre con tan mal servicio).

Guadalajara se ha convertido en una ciudad llena de autos, con avenidas insuficientes para su circulación y con tráfico a todas horas. La bicicleta como medio de transporte puede y debe ser una alternativa. Pero las autoridades no hacen nada. No buscan dar seguridad a los ciclistas. Desde hace ya varios lustros quienes gobiernan Jalisco han pensado la modernidad como sinónimo de auto: entre más vehículos motorizados y más avenidas rápidas existan, más progresa la entidad. No se han dado cuenta que hoy, ser moderno, es buscar otros medios de transporte más sanos y menos contaminantes. Pero, ¿qué podemos esperar de “representantes populares” que jamás se detienen a mirar al pueblo y sus necesidades?

Artículo La Jornada Jalisco 11/05/2008

A propósito del transporte público

Jorge Gómez Naredo

¿Cuántas veces nos han dicho los de arriba que se mejorará el transporte público?, ¿cuántas declaraciones con tono victorioso no se han pronunciado para decir que ya, que pronto, que falta poquito, casi nada, para que en la zona Metropolitana de Guadalajara exista un transporte público digno y eficaz?, ¿cuántos buenos propósitos han firmado los empresarios del transporte público con nuestros gobernantes?, ¿cuántas caras de felicidad, apretones de manos y abrazos con risotadas no se han repartido las autoridades y los dueños de camiones que prestan a diario servicio en la ciudad?

¿Cuántas reuniones ha habido en casa Jalisco para, después de sesudas y complicadas disquisiciones, el gobernador y sus cercanos colaboradores hayan establecido que el transporte público no están tan bien, pero que tampoco está tan mal?, ¿cuántas llamadas telefónicas ha recibido el Secretario de Vialidad y Transporte del gobernador para que se ponga un alto a las muertes que provoca el transporte público en la Zona Metropolitana de Guadalajara?, ¿cuándo se ha pensado, realmente, en establecer un mecanismo o múltiples mecanismos para mejorar la movilidad en la ciudad?, ¿cuántos intereses (con dinero contante y sonante) están mezclados en el negocio del transporte público?

¿Cuántas lágrimas se han derramado por la muerte de un familiar en un “accidente” del transporte público?, ¿cuántas madres han perdido a sus hijos o hijas, cuántos hijos a sus hermanos, cuántos tíos a sus sobrinos, cuántos niños a sus abuelos?, ¿cuánto dolor se ha anidado en las personas que perdieron un familiar, un amigo o un amante?, ¿se puede indemnizar el dolor, la tristeza y las cuitas?

El actual secretario de Vialidad y Transporte, el licenciado en administración de empresas por una universidad privada de Guadalajara, José Manuel Verdín Díaz, ha anunciado que después de platicar con los señores empresarios del transporte público (y de no consultar a los usuarios), se decidió que por el bien de los jaliscienses se les quitará o suspenderá la concesión a los camioneros que maten a una persona, siempre y cuando el occiso no sea el culpable de su fatalidad. Es decir, cuando haya pruebas contundentes de que la culpa fue enteramente de quien manejaba el camión, se investigará y se castigará con la pena máxima: quitar la concesión. El acuerdo no lo firmaron todos los involucrados, pues, vaya, ¿quién sospecha de la buena voluntad de las autoridades y de los ejemplares señores empresarios camioneros?

Este acuerdo se estableció sin estar presentes en las reflexivas discusiones los usuarios y los choferes del transporte público. Es un hecho que los señores empresarios camioneros no se suben a sus unidades cotidianamente, y también es seguro que el secretario de vialidad y transporte no se traslada de su casa a sus oficinas en alguna ruta de las muchas que circulan por la ciudad. Por lo tanto, el acuerdo se estableció sin el conocimiento de facto de la realidad, esa terca y recalcitrante realidad.

La ciudad de Guadalajara y su zona metropolitana es cada vez más caótica. El transporte público no es digno ni eficaz; a diario se dan miles de historias de malos tratos a los peatones, ciclistas y motociclistas por parte de los conductores de transporte público y del particular. Los arreglos y acuerdos para idear una mejor movilidad urbana siempre se toman en las cúpulas (entre empresarios y funcionarios públicos): nunca se presta atención a la opinión de los usuarios de camiones, que son la mayoría de los habitantes de esta ciudad: ¡vaya democracia!

En lo que va del año se han contabilizado 21 muertes por la imprudencia e irresponsabilidad de conductores del transporte público. Y eso es preocupante. Pero también es preocupante que buena parte de los automovilistas particulares no respeten a los peatones, a los motociclistas ni a los ciclistas. La ciudad está hecha para el auto. No hay un proyecto donde se busque establecer un verdadero servicio de transporte público digno. El metrobús, que por cierto será un jugoso negocio para los mismos señores empresarios del transporte público, no puede ser conceptuado como la solución al problema de movilidad urbana. Se precisa pensar en otros medios de traslado, como una ampliación del tren ligero y la construcción de ciclovías y motovías.

En el tema del transporte público nuevamente se observa la distancia entre la realidad y las acciones emprendidas por el gobierno panista: las autoridades no conocen y/o desprecian lo que se quiere abajo, en el pueblo. Sí, quizá haya más castigos para los concesionarios, pero, lo principal sigue sin tener solución: ¿cuándo existirá en Guadalajara un transporte público digno, con alternativas para que otros medios, como la bicicleta o la motocicleta, puedan circular por la ciudad con seguridad?, ¿cuándo las autoridades se pondrán realmente a pensar en sus gobernados?, ¿cuándo?