martes, abril 08, 2008

Artículo El Occidental, 07/04/2008

Estrategias para privatizar Pemex

Jorge Gómez Naredo

Y se dio el milagro: de repente las televisoras se unificaron y hermanaron (todavía más) para lograr un objetivo claro, nítido y obvio: la apertura de Petróleos Mexicanos (Pemex) a capital privado, en especial al extranjero. En noticieros y programas de chismes del espectáculo (que a veces resultan ser los mismos), en programas de concursos y de chanza, en toda la programación de las dos cadenas de televisión más importantes del país (el duopolio formado por TV Azteca y Televisa), se habla ya de la imperiosa necesidad de rescatar “nuestro tesoro”, el gran “tesoro” que se encuentra en las aguas profundas del Golfo de México.

La intención es clara: convencer a la población de la necesidad de una “reforma energética” que permita a las empresas privadas extranjeras asociarse con Pemex. Todos van en esa lógica. Desde Patricia Chapoy (quien dirige un programa de chismes de los “famosos”) hasta Carlos Marín (director de un periódico que antes era más o menos serio y que ahora parece un pasquín o un boletín informativo del gobierno federal), todos anuncian que sin la apertura de Pemex el país se irá a pique, naufragará, tendrá malos tiempos en un futuro próximo (como si en el presente estuviéramos muy bien…).

Esta campaña mediática para tratar de inocular a la población mexicana la idea de privatizar Pemex (claro está, jamás utilizan esa palabra, sino que la evaden con eufemismos como “alianzas”, “asociaciones”, “acompañamiento”, etcétera), va de la mano de la catastrófica situación que el gobierno federal nos pitan de México si no se permite la entrada de capitales privados a la paraestatal petrolera.

La primigenia intención de Felipe Calderón al nombrar a Juan Camilo Mouriño Secretario de Gobernación fue que éste fungiera como la persona encargada de convencer a los grupos políticos y económicos de apoyar la privatización de Pemex. Sin embargo, algo salió mal. Andrés Manuel López Obrador dio a conocer, hace algunas semanas, que Mouriño era un traficante de influencias y que, siendo funcionario público, beneficiaba a sus empresas con contratos millonarios. Nada pasó legalmente, es decir, no se le removió del cargo (como hubiera sido lo normal en una democracia efectiva) ni se le acusó judicialmente por los obvios delitos que cometió. Ahí sigue, disfrutando de su sueldo y de los beneficios que conlleva ser funcionario público de alto nivel. Sin embargo, como alfil para lograr la aprobación de una “reforma energética” quedó totalmente desprestigiado. Ante este problema, Calderón decidió echar al ruedo a tres de sus muchachos “pesados”: Agustín Carstens -el más pesado de todos, pues ocupa la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP)-, Georgina Kessel y Jesús Reyes Heroles.

Estos tres personajes han planteado un “diagnóstico” alarmante de la situación de Pemex. En un documento presentado por Kessel y Reyes Heroles, se dice que México necesita urgentemente capital privado para ir por el “tesoro” prometido. Por su parte, el más pesado de los tres (la SHCP es una de las secretaría más importantes, más “pesadas”), Agustín Carstens, mencionó que si no hay “reforma energética” (es decir, privatización), se cobrarán más y más impuestos y eso afectará mucho a todos los ciudadanos (un chantaje a la panista-neoliberal).

Estos tres personajes, junto con su jefe, Felipe Calderón, dibujan a la sociedad mexicana una situación alarmante y caótica de Pemex (buscan infundir miedo, psicosis), la cual tiene una única solución: la inversión privada. No se menciona, por supuesto, que el gobierno federal (durante los últimos diez años) ha desmantelado la industria energética del país, dejando con escasos recursos a instituciones tan importantes en la creación de tecnología de punta como el Instituto Mexicano del Petróleo.

Pemex necesita inversión, eso es obvio. Y la necesita porque desde hace ya más de veinte años no se ha invertido en la paraestatal: la consigna de las administraciones recientes ha sido desmantelarla para después decir: “no sirve, ¡a privatizar!” Ésa ha sido la intención desde Carlos Salinas de Gortari; ahora, con Felipe Calderón, nuevamente se intentar lo que los anteriores gobiernos han querido pero no han podido. Solamente que tienen ante sí un gran problema para lograr sus perversos objetivos, un problema terrible, difícil e infranqueable: el pueblo de México.