martes, abril 01, 2008

Artículo El Occidental, 21/03/2008

México va mal

Jorge Gómez Naredo

Esto va mal. Nuestro país se desmorona lentamente: la corrupción, la impunidad, el tráfico de influencias, la violencia, la insensibilidad de quienes dicen gobernar, la falta de oportunidades para la juventud, el desempleo, la miseria, la pobreza, las aberrantes diferencias entre los ingreso de los empresarios y de los obreros, las injusticias, la falta de seguridad social, el racismo, la discriminación, la indiferencia social, la carencia de organización abajo, en el pueblo, con la gente. Esto va verdaderamente mal: las televisoras dicen mucho, nada informan y demasiado ocultan; los intentos por privatizar lo poco que le queda al país de recursos energéticos y soberanía; la pérdida del laicismo en las administraciones públicas, con un gobernador que dona al clero más de 90 millones de pesos del erario; el narcotráfico infiltrado en buena parte de la élite política.

La actual administración federal, emanada de un fraude y de una campaña electoral de odio y crispación, no puede ser responsabilizada por todos los males que aquejan al país. Sin embargo, ha contribuido en mucho para que esos mismos males permanezcan, se reproduzcan y agraven. Felipe Calderón, el segundo presidente (ilegítimo, siempre hay que recordarlo) salido del panismo, ha sido incapaz de luchar contra el narcotráfico, de mostrar las “manos limpias” y de combatir la pobreza, la impunidad y el desempleo.

El discurso se aleja de la realidad: mientras en las peroratas de quienes dicen gobernar al país se habla de bondades, de un México triunfador, de mieles que probamos a diario y de estabilidad económica y crecimiento, abajo, en la sociedad, en el pueblo, la situación cada vez es más preocupante. Los salarios no alcanzan, no hay seguridad social para la mayoría de los mexicanos, la migración continúa y las expectativas no son nada halagüeñas.

La televisión y buena parte de las radiodifusoras a diario nos dicen que nosotros vamos bien, que el país marcha y que la actual administración está haciendo todo lo posible por mejorar las condiciones económicas, sociales y culturales de la población. Pero la realidad es distinta. Lo que la mayoría de los mexicanos experimenta a diario en su vida cotidiana está muy alejado de lo que repiten, con insistencia y tercamente, los spots publicitarios de la administración federal.

Calderón se traslada a cualquier población (siempre resguardado por impresionantes operativos de seguridad) y habla de bondades, de beneficios y del arduo trabajo que está haciendo por México. Siempre todo es bello en sus discursos. Siempre hay saldos a favor. Siempre el futuro es alentador. Pero todo es cinismo, todo es hipocresía, todo es una burla a los ciudadanos.

El viernes pasado se dio a conocer a la opinión pública que la anterior administración, la encabezada por Vicente Fox, obtuvo ingresos históricos. Sin embargo, se dejó una deuda récord. ¿Qué pasó?, ¿acaso los panistas no llegaron al poder argumentando sus capacidades administrativas y sus grandes cualidades como servidores públicos intachables? Felipe Calderón nada ha hecho (ni hará) por castigar a Vicente Fox, que dejó endeudado al país y desaprovechó los altos ingresos económicos obtenidos durante su sexenio.

La actual administración federal carece de legitimidad, es débil (ante quienes impulsaron e invirtieron en la campaña de Calderón) y se caracteriza por su incapacidad. No hay proyecto de nación, no hay rumbo, no hay camino a seguir. Nos encontramos en una situación bastante preocupante. Esto va mal, verdaderamente mal.

El país jamás cambiará desde arriba. Si se llegan a dar transformaciones benéficas éstas tendrán que venir de abajo, del pueblo, de la sociedad organizada, una sociedad que diga no, por ejemplo, al saqueo que pretende realizar el gobierno federal con la reforma energética (que todavía no se conoce pero que querrá, sin lugar a dudas, privatizar a PEMEX). Si no se busca que los cambios vengan de abajo, nunca se transformará al país. Y el país va mal, verdaderamente mal. Por eso es urgente que la sociedad alce su voz y decida, de una buena vez por todas, cambiar a estos administradores públicos ineficaces, fantoches e ineptos.