martes, febrero 05, 2008

Artículo El Occidental, 04/02/2008

Muestras de gran inconformidad

Jorge Gómez Naredo

Y salieron a las calles. Sí, salieron muchas, demasiadas, miles de personas para exigir la renegociación del capítulo agropecuario del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). En las altas esferas del gobierno federal se insistió que habría diálogo, que se establecería una mesa de “negociación” con los campesinos en la cual se contaría con la presencia de varios funcionarios del gabinete de Felipe Calderón. Pero no se fue más allá de las conocidas promesas de “comunicación plural”. Alberto Cárdenas Jiménez, ex gobernador de Jalisco y hoy Secretario de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (SAGARPA), pidió propuestas “concretas” a los inconformes. Ofreció mucho, demasiado, un montón de diálogo; incluso declaró: “Le decimos a todas las organizaciones que la puerta siempre estará abierta al diálogo, que la puerta permanente de par en par estará así en la SAGARPA, en México y en todas las delegaciones: hablando se entiende la gente”. Sí, hablando se entiende la gente. Pero, ¿cuánto diálogo se necesita para que el gobierno federal comprenda que el campo no aguanta más?

Y salieron a las calles. En la ciudad de México se concentró el mayor número de manifestantes. Es ocioso hablar de cifras cuando las imágenes mostraron un Paseo de la Reforma atiborrado de personas, de tractores, de pancartas. Pero no solamente en la capital del país el campesinado mexicano se manifestó. En Guadalajara, por ejemplo, hubo una marcha bastante nutrida (considerando la apatía de los jaliscienses hacia temas “políticos”) que exigió lo mismo: renegociar el capítulo agropecuario del TLCAN. En Monterrey, Zacatecas, Morelia, en la mayoría de los Estados de la República los campesinos se organizaron y salieron a las calles. No quieren dádivas, no quieren diálogo que nunca llega a ningún acuerdo: exigen, y sus exigencias son apoyadas por miles, por cientos de miles de mexicanos.

Y salieron a las calles. Como seguramente saldrán miles de personas más para impedir que el campo mexicano, tan maltratado por más de dos décadas de gobiernos neoliberales, se termine de venir abajo. Pero no solamente se buscarán las reivindicaciones del campesinado. Hay mucho por qué protestar: México va mal, el desempleo es preocupante y la mayoría de los puestos de trabajo que existentes carecen de beneficios sociales: contratos de unos cuantos meses, carencia de seguridad social y muchos inconvenientes más. El obrero y el trabajador están a la deriva y, con la reforma laboral en puerta (ésa que Juan Camilo Mouriño busca impulsar y a la cual dará prioridad), la falta de derechos sociales para los trabajadores se legalizará. En aras de la “competitividad” se pierden las conquistas del proletariado, esas conquistas que costaron tantas vidas, tanto sufrimiento, tantas lágrimas.

Y salieron a las calles. Y volverán a salir. No solamente para protestar en contra del TLCAN, sino también para exigirle al gobierno de Felipe Calderón que no privatice Petróleos Mexicanos (PEMEX), porque sin los ingresos de la paraestatal, ¿qué será de México?, ¿cuál será nuestro futuro como nación? No cabe duda que PEMEX necesita inversión y que hay corrupción en la empresa y en el sindicato de la misma. Sí, no cabe duda. Pero también es cierto que PEMEX es una de las empresas más rentables en el mundo y que si se erradica la corrupción y se busca aminorar la carga tributaria que tiene (ninguna empresa privada la tiene, es más, jamás tendría un consorcio particular esa carga fiscal que pesa sobre PEMEX), la paraestatal podrá salir adelante sin un cinco de capital privado.

Y salieron a las calles. Y salieron porque el país no va bien, porque no hay rumbo, porque Felipe Calderón (que llegó a la presidencia sin legitimidad) está pagando facturas a quienes lo apoyaron para que fuera presidente. Pero en el PAN y en Los Pinos no ven el sufrimiento del pueblo, la tristeza del pueblo, la pobreza en el pueblo. Y lo peor, no ven el coraje del pueblo, el odio del pueblo, el estallido del pueblo. No ven. Por eso, la gente sale a las calles y seguirá saliendo hasta que llegue un momento en que se paralice el país todo.