martes, marzo 13, 2007

El Pancho de Paco: Villa reivindicado por Taibo II

Artículo publicado en La Jornada Jalisco el 13 de marzo de 2007.


El Pancho de Paco: Villa reivindicado por Taibo II

Jorge Gómez Naredo

“Tengo el honor de manifestar a usted que,

según todos los informes que he recabado

y que considero completamente verídicos,

Villa se encuentra ahora mismo en todas partes

y en ninguna”

Parte de Guerra, según Rafael F. Muñoz,

enviado a Venustiano Carranza en 1916, durante

la persecución a Francisco Villa.

El inicio, el contacto, el conocimiento, la pasión

Paco conoce a Pancho, lo sondea, le pregunta, trata de meterse en su vida, en su cabeza y en su corazón. Lo acompaña de aquí para allá, lo observa, inquiere dónde está, hacia dónde se dirige, cuáles son sus principios, sus bases, la fuerza motriz de ese hombre que, durante años, muchos y largos años, no entró en la lógica del sistema, de los ganadores, de quienes triunfaron en la Revolución Mexicana.


Paco recolecta documentos, analiza, ve fotos, las compara, piensa, reflexiona, escribe. Paco va también de aquí para allá y Pancho lo acompaña, aunque él no quiera que lo acompañe, ahí está y punto. Paco se mete en la vida de Pancho y Pancho, como respuesta, como contraataque, como una jugada militar sorpresiva, también se adentra en la vida de Paco. Así cinco años, ambos juntos, unas veces más, unas veces menos, pero siempre ahí, pensando Paco cómo Pancho pensaba, y Pancho, siempre en la cabeza de Paco.


Por fin un día ya está listo todo: Pancho Villa, una biografía narrativa, aparece en las librerías. Vaya mamotreto que Paco entrega al público. Y Pancho así nomás deja la mente de Paco, o la deja un poquito, para meterse en la mente de todos los que compran, leen y se apasionan con la vida de Pancho, de Pancho Villa, del general Villa, jefe de la División del Norte, la temible, la feroz, la ganadora y perdedora, la que destruyó, así nomás, a un régimen entero y que no pudo, o no quiso, construir el suyo. Sí, Pancho Villa, el bandido, el militar, el hombre que llora y abraza, que mata y piensa, que se esconde y aparece cuando nadie se lo espera: el azote de Carranza, de Obregón, de Calles. Sí, Pancho Villa, el revolucionario, el poco instruido que tenía en su corazón la justicia marcada indeleblemente. Pancho Villa, el Pancho de Paco, y ahora, el Pancho de todos los mexicanos, o de muchos, porque no es bueno pensar que todos (como los panistas o los derechistas, que son lo mismo) quieran a un Pancho que los mira retadoramente.

La primera presentación: junto al pueblo

La primera presentación de Pancho Villa, una biografía narrativa no pudo haber sido en otro lugar más ad hoc: los campamentos que miles de ciudadanos instalaron en la ciudad de México para protestar por el fraude electoral cometido por Vicente Fox, el IFE, el TRIFE y el PAN en contubernio con los monopolios empresariales. Pancho y Paco juntos, ahí, con el pueblo, el mismo pueblo que hizo, ganó y perdió la Revolución de 1910, el mismo pueblo que fue defraudado por un discurso democrático que jamás llegó a los hechos. Paco Ignacio Taibo II, el autor de una cantidad inmensa de novelas policíacas, fumador incansable y luchador social como pocos, sentado en un estrado humilde, con la concurrencia, comenzó a leer las primeras páginas de su voluminoso libro: “Aquí se cuenta la vida de un hombre que solía despertarse, casi siempre, en un lugar diferente del que originalmente había elegido para dormir”. La gente lo escuchaba atenta, lo seguía, se imaginaba a ese ranchero poco instruido dirigiendo batallas, escondiéndose, promulgando, en el Estado de Chihuahua, una ley que imponía pena de muerte a quienes hicieran fraude electoral. Más coincidencias no podía haber. Una tarde inolvidable para muchos.

Y el autor, el literato, el historiador

Paco ha escrito decenas de novelas, notas autobiográficas, reportajes periodísticos, una biografía de Ernesto “el Che” Guevara y ahora, después de cinco años de trabajo arduo y sin “esclavos” que hagan la investigación en los archivos, entrega al público, al pueblo de México, su visión de Pancho Villa, la historia de este perdedor de la revolución que luchó por la justicia, una justicia muy a su manera, una justicia donde no hubiera hambre y sí escuela, educación, cultura; una justicia que repugnaba a los aristócratas del viejo y del nuevo régimen, una justicia digna, una justicia que fuera eso, la justicia del pueblo.


Taibo II demuestra a la academia y a los historiadores de oficina que hacen la vida entre conferencias y seminarios y que jamás se acercan al pueblo, que una historia divertida, bien contada, magistralmente narrada, es posible. No hay notas al pie de página que hacen cansada la lectura y quizá eso lo desprestigia ante el gremio de los científicos sociales, pero hay mucha información, una bibliografía inmensa, fotos, interpretaciones, reflexiones eruditas y una buena pluma: una pluma de literato.

El Pancho de Paco

El Pancho de Paco es un hombre de principios, ágil en lo militar, precavido en todos los aspectos de la vida; mujeriego, o mejor dicho, un enamorado incansable. Lloraba y se llenaba de furia, asesinaba, era valiente y poco apto para la política. Sabía sus limitaciones y por eso pugnó por un gobierno de civiles comprometido con el pueblo y no uno lleno de militares que reclamaran sus triunfos en detrimento de lo principal: el beneficio de las masas. Ganó y perdió muchas veces; triunfó con Madero y con éste también perdió, pues la acostumbrada “conciliación” del demócrata por excelencia casi lo llevó al paredón. Ganó también con Carranza, cuando la División del Norte, aquel ejército temido y bien dirigido, derrotó al golpista Victoriano Huerta. Pero perdió cuando la escisión, cuando Carranza se quiso hacer del poder, cuando los pactos no se respetaron y cuando el grupo coahuilense-sonorense conquistó un triunfo que no le pertenecía del todo. Y perdió muchas veces más, pero siempre regresaba para ganar y volver a perder. Su entrada triunfal a la ciudad de México, acompañado de Emiliano Zapata, fue el clímax de la revolución que triunfaba por sus bases y no por sus dirigentes. Después de eso comenzaría la corrupción de un régimen revolucionario convertido en institucional, si acaso nada más salvado por la presidencia de Lázaro Cárdenas.


La biografía que hace Paco de Pacho es incansable: datos y más datos, fotos y más fotos. La última, por cierto, tiene una nota crítica hacia el hoy, hacia el México del PAN, de la derecha, de la gente protestando y reclamando sus derechos, la justicia y la dignidad. Así termina un libro que no podía concluir de otra manera: “Por razones que el autor no se ha podido explicar, siempre quiso que este libro terminara con esta foto del rostro de Villa tomada por autor desconocido en la ciudad de México en diciembre de 1914. De alguna manera quería que esta historia culminara con Villa mirándonos, mirando el México de 2006 y nosotros mirándolo a él”. En la foto aparece un Villa observando, un Villa sagaz, un Villa con mirada escrutadora. Es un Villa que ve a México, que lo siente y lo sufre, la conciencia de la lucha, de no dejarse vencer, de estar, a pesar de todo, jugando a lo perdido, porque sólo así se gana, porque las luchas que parecen perdidas son las que verdaderamente valen la pena. Así lo hizo Villa y así, ojalá, en este México de principio de siglo XXI, lo hagan cientos, miles, millones de mexicanos.


Pancho Villa, dijo Paco en la primera presentación del libro en los campamentos lopezobradoristas, debía ser reivindicado. Pero para hacerlo se necesita conocerlo, adentrarse en su vida, en sus penas, sus desventuras y sus errores. Conocer a Pancho es reivindicar una parte del México profundo, de la lucha contumaz ante las injusticias y ante el poder. Leer Pancho Villa, una biografía narrativa es una manera de reivindicarlo; quien se adentre en la prosa de Paco, del Paco de Héctor Belascoarán Shayne (aquel ingeniero convertido por necedad de Taibo II en detective) y de Olga Forever (aquella periodista atractiva que también, por necedad de Taibo II, se inmiscuye en peripecias policíacas), se adentrará en una mirada crítica, comprometida, pasional y reivindicatoria de Pancho Villa. Y ah, cómo hacen falta hombres como él, el Pancho de los mexicanos, el Pancho de la revolución, el Pancho de la lucha, el Pancho de jugar a lo perdido, el Pancho que todos llevamos dentro.