miércoles, febrero 07, 2007

Artículo La Jornada Jalisco 04/02/2007

La lucha continúa

Jorge Gómez Naredo

A casi siete meses del fraude electoral, muchos pensaban que el movimiento lopezobradorista se había desfondado y era cuestión de tiempo su aniquilamiento; apostaban a la falta de apoyo ciudadano, al hartazgo de la población en temas “políticos” y a los efectos del cerco informativo que consideró inexistente a uno de los movimientos sociales más importantes de los últimos cincuenta años. Sin embargo, el 31 de enero, en el zócalo capitalino, nuevamente se demostró lo contrario.

La manifestación multitudinaria del pasado miércoles fue polémica. Convocaron varias organizaciones sindicales, campesinas y el Frente Amplio Progresista (FAP). Cuando se supo que Andrés Manuel asistiría a la marcha y sería orador, el Congreso del Trabajo y la CTM desistieron de acudir a manifestarse en contra de los incrementos en los productos básicos. La mezquindad se comenzaba a observar en los líderes charros. Muchos “periodistas” acusaron a López Obrador de oportunista y de “adueñarse” de una manifestación obrera; arguyeron que lo hacía porque él ya no tenía poder de convocatoria y porque, si realizaba él solo la convocatoria para salir a las calles, quedaría en “ridículo” (según expresión del inefable Carlos Marín). Y llegó el 31 de enero.


La movilización de organismos campesinos y obreros fue mucho menos concurrida de lo esperado. El contingente que realmente llenó el zócalo en miércoles –día difícil para cualquier movilización– fue el que acompañaba a Andrés Manuel López Obrador. Otra vez, los que apuestan al derrumbe el movimiento lopezobradorista, se equivocaron. ¿Por qué? ¿Qué tiene dicho movimiento social que no ha podido ser destruido a pesar de los ataques mediáticos? ¿Por qué los sindicatos no pudieron llenar el zócalo capitalino cuando se manifestaban por causas justas y que afectan directamente a los obreros?


Los sindicatos atraviesan por una crisis, de ello no hay duda. La mayoría de los líderes sindicales son corruptos y no han podido encabezar un movimiento de gran envergadura que represente los intereses de los trabajadores. Los líderes sindicales no han podido independizarse del PRI y, además, han pactado con Acción Nacional y con el empresariado mexicano, lo cual les resta credibilidad ante las bases. Recordemos que la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos está integrada, según el artículo 123 constitucional, “por representantes de los trabajadores, de los patrones y del gobierno”, los cuales son los encargados de fijar los estipendios de los asalariados. ¿Por qué aceptaron los representantes obreros el incremento irrisorio de menos de dos pesos para el año 2007?, ¿a quién estaban representando cuando acordaron dicha alza salarial?


No cabe duda que los trabajadores, en la mayoría de los casos, no confían en sus líderes sindicales, que están prestos a pactar con los patrones y con el gobierno neoliberal del PAN. Entonces, ¿por qué habrían de seguirlos en esta manifestación si siempre, al final, termina todo en un acuerdo cupular, sin importar el sentir ni los intereses de las bases?


El movimiento que encabeza López Obrador, por su parte, es paradigmático. Ha logrado superar el nivel partidista y ello le da fuerza; si no fuera así, errores del PRD y el FAP como nombrar a Ana Rosa Payán (derechista e intolerante) candidata a la gubernatura de Yucatán, lo hubieran hundido. Asimismo, ha sido uno de los movimientos sociales que más ha resistido los embates mediáticos que lo estigmatizan y desprestigian. Por eso el 31 de enero en el zócalo capitalino la gente no iba a escuchar a sus líderes sindicales, sino que acudía a ahí para estar con su presidente legítimo.


El gobierno encabezado por Felipe Calderón es por naturaleza débil: no tiene legitimidad y su proyecto de nación (si es que posee eso), se reduce a seguir con la política económica que tanto daño le ha hecho al país. Su proclividad a solucionar los conflictos a través del tolete y la desinformación lo hace en demasía peligroso. Además, claro está, ha demostrado en dos meses su ineptitud: fracaso en la seguridad pública, en política exterior y en el control de los precisos de productos básicos. La oposición encabezada por Andrés Manuel López Obrador puede regresar a México los avances democráticos que fueron violentados por el fraude electoral cometido el julio de 2006. Pero para ello precisa unir y no dividir. Sin el apoyo de otros movimientos como el obrero, el campesino y las luchas que se dan en diversos estados de la república por motivos disímiles, no podrá crear una fuerza necesaria para recuperar la dignidad y la esperanza en un país más justo, democrático e igualitario. Dura tarea que tendrá que ser, sin duda, analizada no por las cúpulas, sino por las bases, porque ahí deben estar las virtudes de todo movimiento social: en el pueblo. Y hasta ahora la relación entre las bases y la cúpula en el lopezobradorista no se ha roto. Ojalá no pase eso, pues sin el pueblo, la batalla, desde ahora, está perdida.