domingo, octubre 29, 2006

Artículo La Jornada Jalisco 29/10/2006

La ley de los de arriba

Jorge Gómez Naredo

El estado de derecho es todo, dicen los de arriba: es ser, alma y esencia; filosofía sin la cual nada es posible, nada existe, nada es. Si alguien osa violarlo, contraviene no las leyes o las reglas impuestas por una sociedad, sino al ser mismo. Ésa es, en pocas palabras y resumiendo, la concepción del “estado de derecho” dentro de las élites oligárquicas de México. Partiendo de esta seudo filosofía (mezcla de mediatización, hipocresía y mentira), los que “invocan” el estado de derecho y el respeto a las leyes se colocan, automáticamente, como el ser impoluto, el ente blanco, puro e inmaculado. Ellos son pureza; los demás máculas, rémoras y desviaciones. Una disociación con influencia social donde hay un yo (como un ser serio, trabajador y virtuoso) y un otro (como un anti-ser, agresivo, holgazán y disoluto).

Aunque dicha seudo-filosofía nos parezca absurda, racista, discriminatoria y, lo peor, totalmente anacrónica (en un mundo que nos dicen democrático y libre), los de arriba la creen y la llevan hasta sus últimas consecuencias. Violar el estado de derecho es violentar al ser mismo –es decir, su ser (ellos son la ley)–, lo cual debe tener castigo porque nadie, piensan, puede ir en contra de sus idearios. Quienes se atreven a alzar la voz, critican y se movilizan, son reputados de renegados, revoltosos, violentos y delincuentes. Esa caracterización no la pueden inocular en la población sin sus aliados, los medios de comunicación. Por eso la televisión, buena parte de la radio y la prensa escrita gritan: “ellos son los malos”, “los violentos”. Basta ver los tele-noticiarios para enterarnos de la visión de ellos, los que se creen impolutos, puros y defensores del estado de derecho, es decir, del ser de la nación mexicana (su nación, claro está).

Esta paranoia (la supuesta violación al estado de derecho), los hace recalcitrantes, intolerantes y obcecados. Salir de la ley es salir del mundo aceptable. Cualquier falta es motivo de enojo. Dentro de su perspectiva, lo único existente (es decir, el ser) es el estado de derecho; conceptos como justicia, igualdad, calidad de vida, dignidad, no cuadran en su concepción del mundo. Si la ley no es justa, ni modo; si la ley no es igual para todos, qué más da; si la ley provoca más desigualdad, ni hablar, es ley y punto. Es decir, un instrumento del ser impoluto que se debe seguir, respetar y venerar.

Este discurso lo podemos encontrar en Felipe Calderón (que dentro de la oligarquía realmente dominante es una simple marioneta). En una reunión con la Cámara Nacional de la Industria de la Radio y la Televisión (CIRT), declaró: “Jamás renunciaré a mi deber de cumplir y hacer cumplir la ley, con la fuerza de la democracia y del estado de derecho”. Sobre el conflicto en Oaxaca, consideró inadmisible que con un “pretexto de libre expresión y manifestación de las ideas, un grupo violento se apodere por la fuerza de las instalaciones de estaciones radiofónicas en Oaxaca”. No cabe duda, la ley y el estado de derecho son más fuertes que la libre manifestación y la realidad social de millones de pobres que exigen justicia (esa realidad que no ven, no sienten ni escuchan los de arriba).

Felipe Calderón usará este discurso de la ley (como esencia del estado mexicano), para imponer sus intereses al país; sin embargo, para sus amos (porque, lo sabemos todos, el dizque presidente electo de México tiene amos) y sus allegados, esa ley no importa y no se debe respetar porque ellos son el ser, lo bueno, la razón. Así pues, dentro de su concepción del mundo: los anti-seres, por violentos, renegados e irrespetuosos, deben obedecer, pero ellos, los de arriba, como son la esencia, pueden no hacerlo.

¿Qué pasará, pues, con estos discursos y las actitudes del presidente autonombrado por los de arriba como “electo”? Pasarán a la acción. Después de lo que ellos consideran como violación a la ley, vendrá la represión. Así lo ha dejado ver ya Calderón. Sin embargo, existe un inconveniente, los anti-seres, además de renegados, son muchos, demasiados y, lo mejor, se organizan. Será difícil que ante millones de mexicanos el discurso de las leyes, la pureza del estado de derecho y las instituciones, cuaje. Por eso, a pesar de su seudo-filosofía y sus discursos cuasi fascistas, Calderón no pasará.