Artículo El Occidental 22/10/06
Apoyando a Federico Arreola: la censura se hace presente
Jorge Gómez Naredo
La semana pasada fue un día aciago para el periodismo mexicano. Todos sabemos, de alguna manera, que la censura ha existido y existe en México, pero pensábamos, algunos ilusamente, que estaba en decadencia y, de cierta manera, se había transformado en “autocensura”. Esperábamos que los tiempos aquellos donde a un colaborador le decían “hasta aquí”, habían terminado. Eso queríamos pensar...
En El Occidental yo jamás he sido censurado, he dicho lo que pienso, lo que no pienso, lo que busco y deseo, lo que detesto; he expresado lo que he querido, siempre tratando de hacerlo lo más críticamente posible, tanto hacia mí como hacia lo que observo. He escrito en contra del PAN (seamos sinceros, ¿se puede escribir a favor de ese organismo político?), de su corrupción, sus líderes ignorantes y macabros; también he criticado a Francisco Ramírez Acuña, gobernador gris, iracundo, negligente, dilapidador del erario público y, peor aún, represor (mayo de 2004 no se olvida). No estoy de acuerdo con todos los colaboradores de El Occidental: con unos hay infinitas divergencias, con otros hay grandes coincidencias, pero siempre respeto sus opiniones. Desde la dirección he tenido el respeto hacia mi trabajo; jamás me han quitado una coma (a pesar de mi escritura barroca y a veces ininteligible) ni me han recomendado “matizar” los comentarios. Siempre ha habido una irrestricta libertad de pensamiento y expresión. Jamás se ha “traspapelado” alguno de mis artículos y cada domingo, sin falta, han salido.
Duele, no cabe duda, que en otros medios de comunicación no pase lo mismo. Sí, estoy hablando de Milenio (en Guadalajara conocido como Público). La semana pasada Carlos Marín expulsó a Federico Arreola del periódico. Marín es el director desde hace un año. Anteriormente lo era el mismo Arreola: él lo fundó y lo dirigió hasta que decidió colaborar en la campaña de Andrés Manuel López Obrador. Sin embargo, cuando tomó esa decisión, no dejó de publicar su columna en el diario. La semana pasada, Marín, a través de Gómez Leyva, le informó a Arreola que su columna quedaba suprimida. Poco después, el mismo Gómez Leyva, en su columna, recriminó a Federico por pensar distinto a él y a Marín. Lo acusó de ser un “hombre de poder” y descargó su ira irrefrenable contra AMLO (uno de sus deportes favoritos) diciendo: “Entiendo, pues, el disgusto, el fastidio, la ira que debe producirle [a Arreola] un diario que no está interesado en besarle la mano a López Obrador”. No contento con ello, mencionó que su antiguo jefe estaba al “servicio de un poder millonario, poco transparente, intimidador, como es el lopezobradorismo”. ¿Qué le pasó a Ciro? ¿Dónde quedó aquel periodista respetado por su valor en Canal 40? Miente Ciro porque son pocos (poquísimos) los medios de comunicación comprometidos con la verdad y que han dado voz al movimiento lopezobradorista (por ejemplo, La Jornada). La mayoría de prensa escrita, radio y TV son contrarias al tabasqueño. Duele, de verdad duele ver que un periódico censure a un colaborador por pensar diferente a como lo hace el director del diario. Eso debería estar erradicado en el periodismo mexicano. Pero no nos hagamos ilusiones, existe y nos lo ha dicho elocuentemente Gómez Leyva en su artículo del 19 de octubre de 2006.
¿Qué será de México sin información veraz, oportuna y crítica? No es un nuevo descubrimiento que ahora no solamente la familia y la escuela educan, también lo hacen los medios de comunicación y, si en ellos no encontramos algo crítico, inteligente y culturalmente aceptable, ¿qué le espera al pueblo mexicano? No echemos a la basura las reflexiones del sociólogo italiano Giovanni Sartori, que pensaba, con mucha razón, que en un pueblo ignorante y manipulado por los medios de comunicación tendenciosos, no es posible la democracia.
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