lunes, marzo 03, 2008

Artículo La Jornada Jalisco, 02/03/2008

El río inocente

Jorge Gómez Naredo

En el caso de la muerte del niño Miguel Ángel López Rocha todo se ha vuelto confuso. O más bien, todo lo han vuelto confuso. Que sí, que no, que quizá, que quién sabe. La estrategia por parte del gobierno estatal ha funcionado: hacer declaraciones contradictorias, negar responsabilidades, repartir culpas y apoyarse en documentos científicos cuando sus intereses así lo requieren. Las autoridades buscan absolver al río Santiago: sí, está contaminado, pero solamente un poco, no lo suficiente como para matar con sus fétidas aguas a un niño. Con este argumento también quedan exculpadas las autoridades que no han actuado para sanear el río e impedir la edificación de viviendas en zonas altamente contaminadas.

Las declaraciones han variado y también se han transformado las actitudes, siempre con una línea bien delineada: ir desapareciendo evidencias para que las autoridades no resulten implicadas en la muerte del menor. El 12 de febrero de 2008, en un boletín de prensa de la Secretaría de Salud Jalisco, se mencionó que “Intoxicación por arsénico es el diagnóstico al que se llegó tras recibirse (sic) los resultados de los estudios practicados tanto en sangre como en orina al menor Miguel Ángel López Rocha”. Además, se adujo que “el tóxico ingresó al organismo por la vía oral”. Unas semanas después, el Secretario de Salud, Alfonso Gutiérrez Carranza, en una rueda de prensa para dar a conocer otros análisis hechos en un laboratorio (que pertenece a una empresa mexicana) en Estados Unidos, arguyó que el arsénico detectado en un principio desapareció. Confusión y más confusión. Misterio y más misterio.

Dos días después de las declaraciones de Gutiérrez Carranza en que dio a conocer los análisis del laboratorio mexicano ubicado en Texas, el Instituto de Ciencias Forenses anunció los resultados de la autopsia: “indican que las concentraciones [de metales pesados] corresponden a valores normales y compatibles con la vida”. Es decir, Miguel Ángel López Rocha no murió por haber tenido en su organismo arsénico.

Raudo y veloz Emilio González Márquez se basó en los resultados de la autopsia y arguyó que el menor “murió por una infección generalizada […] los expertos, los científicos, han dicho que es una infección generalizada y, bueno, pues sobre ese dictamen [se] tendrá que seguir la investigación que la Procuraduría está llevando a cabo”. La intención es evadir responsabilidades: se absuelve al río; la intoxicación por arsénico no existió y, en caso de que se haya dado, no se le puede relacionar con las aguas del Santiago. Las autoridades, por supuesto, son inocentes.

Voces como las de Mario Rivas Souza han sido acalladas o minimizadas. El mismo día en que se anunciaron los resultado de la autopsia, el reconocido forense adujo: “Yo pienso lo siguiente: es una interpretación también muy particular mía porque ya ven que soy medio cáustico para esas cosas. La criatura andaba jugando, la criatura se cayó o la aventaron los demás chiquillos, entonces al caer la criatura tuvo una pérdida pasajera del conocimiento y al tener la pérdida pasajera del conocimiento penetró el agua al parénquima pulmonar, a los riñones, al estómago y esto ocasionó que sobreviniera la muerte de la criatura”. Y añadió: “la criatura cayó al agua [del río Santiago], para que nos hacemos pendejos”.

Los primeros análisis que indicaban alta concentración de arsénico en el cuerpo del niño se perdieron, no están, por error se tiraron a la basura, se traspapelaron, nadie sabe su paradero, no se “guardaron bien”. ¡Vaya casualidades! Resulta bastante extraño que documentos tan importantes se hayan extraviado. Todos hospitales guardan expedientes de cada paciente y son muy difíciles de perder. Y más cuando los medios de comunicación, como en este caso, estaban al pendiente del niño y de la causa de su muerte. ¿Será que el doctor Rivas Souza tiene razón y nos estamos haciendo “pendejos”?

Se ha sembrado la duda. Parece ser que esa fue la intención para evadir responsabilidad, para evitar que se culpe al gobierno por no haber saneado las aguas del río Santiago, para que se olvide que fueron las autoridades quienes permitieron que en los alrededores de las contaminadas aguas se edificaran colonias populares pletóricas de marginación y carencias: habitadas por pobres que no valen ni siquiera un poco de salud. La Procuraduría estatal ya investiga el caso: Tomás Coronado Olmos, personaje acusado de pederastia, será quien decida quién mató al menor. Y su falló será limpio, tan limpio como las aguas del río Santiago.