lunes, marzo 03, 2008

Artículo El Occidenta, 02/02/2008

La izquierda obediente y los medios de comunicación

Jorge Gómez Naredo

La izquierda en México debe ser tolerante, bien portada, plural, digna de encomio, sin corrupción, sin rémora alguna, dócil, respetuosa y disciplinada. Precisa tener alto grado de transigencia, sin olvidar el respeto y las actitudes reflexivas. Necesita ser paciente y no tratar de tomar el poder cuando no le corresponde, cuando no es su tiempo. Si pierde, sea de la manera que sea, con fraude o sin fraude, debe entender que perdió, que las instituciones son las instituciones y se respetan.

No beneficia nada a la izquierda un líder congruente, que a pesar de sus errores, piensa en el bien del pueblo y tiene la experiencia exitosa de gobernar la ciudad más grande del país y una de las más pobladas del mundo. La izquierda precisa allegarse gente perdedora, presta a pactar con quien sea para obtener posiciones de poder. No ayuda a la izquierda movilizaciones, marchas, mítines y plantones; tampoco el interés de tener un pueblo cada día más politizado, más consciente y más lleno de energías para cambiar el rumbo del país, para hacer de México una nación más justa, más equitativa e igualitaria.

La izquierda debe ser institucional y precisa llevarse bien con todos: con los medios de comunicación, con los patrones, con los empresarios, con quienes explotan al pueblo y mantienen míseros salarios para los obreros. Y por supuesto, la izquierda debe pactar, apoyar el diálogo, negociar con quienes han cometidos fraudes y son por antonomasia corruptos.

El domingo 23 de febrero, en una concentración a las afueras de las oficinas centrales de Petróleos Mexicanos (PEMEX), hubo dos altercados que, en sí, son reprobables, pero que también son entendibles: no más de diez personas increparon a Carlos Navarrete, coordinador de los senadores del PRD. Hubo algunos empujones y el legislador perredista tuvo que retirarse del lugar. También el coordinador de los diputados del Sol Azteca, Javier González Garza, fue abucheado. El mitin fue para exigirle al gobierno de Felipe Calderón que no privatice la industria eléctrica mexicana. López Orador entregó a los diputados del Frente Amplio Progresista (formado por el PRD, el PT y Convergencia) documentos que prueban que Juan Camilo Mouriño, durante su paso por la Cámara de Diputados y por la Secretaría de Energía (cuando era titular de ésta Calderón), benefició con jugosos contratos a empresas donde sus familiares y él mismo tienen intereses.

Estas denuncias no fueron noticia. Los medios de comunicación fijaron su atención en los abucheos a González Garza y en las increpaciones a Navarrete. Lincharon a los seguidores de López Obrador: “violentos”, “intolerantes”, “locos”, “desenfrenados”, “fanáticos”, obcecados”, tercos”, peligrosos”. Muchos conductores de televisión y “analistas” estaban esperando un pequeño pretexto para decir que el movimiento encabezado por López Obrador es violento e intolerante. Y lo encontraron.

En cualquier país democrático, la denuncia que hiciera el “presidente legítimo” de México debería conducir, raudamente, al cese de la persona señalada. Pero nada ha pasado. Los medios de comunicación se empecinan en decir que las “huestes lopezobradoristas” enardecidas casi matan a Navarrete y poco han abordado el delicado tema de tener un Secretario de Gobernación corrupto que beneficia a su familia desde los puestos que ha ocupado en la administración pública.

Es la forma de gobernar de la actual administración federal: busca desviar la atención de los temas verdaderamente importantes. Y muchos medios de comunicación le sirven como punta de lanza. La intención es que, al interior del PRD, gane la corriente bien portada, tolerante, plural y claro, perdedora. Lo que no han comprendido es que el movimiento liderado por el ex jefe de gobierno del Distrito Federal, desde hace mucho tiempo, superó al PRD y, también, superó al mismo López Obrador. No lo han entendido y no lo quieren comprender. Allá ellos.