jueves, julio 19, 2007

Artículo La Jornada Jalisco, 15 de julio de 2007

El PAN en Jalisco y sus presidenciables

Jorge Gómez Naredo


Cuando en Guadalajara, en el Sector Reforma, se escucharon unas fuertes explosiones, aquel 22 de abril de 1992, el PRI tuvo la oportunidad de reivindicarse con la población: no lo hizo, no lo intentó, no lo buscó y ni siquiera le interesó. El entonces gobernador, Guillermo Cosío Vidaurri, dio muestras fehacientes de su ineptitud y de su desdén por la sociedad, por los afectados, los pobres, los que siempre suelen pagar los platos rotos de la ineficacia gubernamental y empresarial. Destellos de un movimiento social se vivieron aquellos días en Jalisco, hubo presión ciudadana constante y llegó a tal grado la inconformidad que el gobernador tuvo que pedir licencia y dejar en su lugar a un incondicional. Había llegado el momento del PAN. Desde ese 22 de abril, se abrió la posibilidad para el arribo de la derecha partidista al poder estatal, pues además de las explosiones, existía una fuerte crisis económica, inconformidad con el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, el levantamiento zapatista de 1994 y todo se conjugó para crear la coyuntura y permitir que Alberto Cárdenas Jiménez se transformara en el primer gobernador jalisciense salido de un partido que no fuera el PRI. Vinieron después Francisco Ramírez Acuña y Emilio González Márquez.

Muchas personas pusieron sus esperanzas en Acción Nacional, pero el autodenominado “partido del cambio” resultó ser muy parecido a su antecesor. Lo mismo sucedió en 2000 con Vicente Fox, quien llegó a la presidencia de la república aprovechándose de todas las luchas sociales que buscaron democratizar al país. Los miembros del PAN en Jalisco han practicado una política impregnada de corrupción, de megalomanía y de búsqueda incesante por conseguir posiciones políticas desde las cuales grupos minoritarios puedan enriquecerse.

En la actualidad, las dos principales corrientes de Acción Nacional en Jalisco buscan colocarse lo mejor posible en el concierto nacional para así conseguir la candidatura presidencial del 2012. Por un lado se encuentra Francisco Ramírez Acuña, ex-gobernador intolerante que reprimió y sembró un régimen de despilfarro económico en el estado. Ahora, desde la Secretaría de Gobernación (puesto que ganó gracias a su apoyo a la candidatura de Felipe Calderón), mueve los hilos de la política nacional y busca neutralizar a su competidor, el mexicano-español Juan Camilo Mouriño. Por su parte, la otra gran corriente política del PAN jalisciense, comandada por el actual gobernador, Emilio González Márquez, también piensa en la candidatura presidencial del 2012.

Para lograr sus objetivos, ambas corrientes utilizan sus posiciones y no dudan en dilapidar el dinero público para conseguir sus objetivos. El gobierno del Estado, por ejemplo, hace algunas semanas regaló a Televisa más de 67 millones de pesos para Espacio 2007. El objetivo de este desvío de fondos disfrazado de donación es la búsqueda de espacios mediáticos para que, poco a poco, Emilio González Márquez pueda posicionarse a escala nacional. Así juegan los panistas de Jalisco para lograr ascender en la estructura federal. Alberto Cárdenas Jiménez no pudo ganar las elecciones internas para la candidatura presidencial de 2006 y fue derrotado por Felipe Calderón: perdió estrepitosamente y, en la actualidad, tiene pocas posibilidades de llegar a la máxima magistratura. Ahora son los tiempos de Ramírez Acuña y González Márquez.

Lo verdaderamente importante es que ambos contendientes, porque desde ya son presidenciables, muestran una inefable falta de compromiso con la sociedad. A Francisco Ramírez Acuña poco le ha importado como presidente municipal de Guadalajara, como gobernador de Jalisco y ahora como Secretario de Gobernación, el bienestar de la población. Todo se planea, se hace, se lleva a cabo a partir de los intereses particulares y/o grupales. Lo mismo sucede con Emilio González Márquez, que en principio busca desligarse de su antecesor, marcar diferencias y ser diferente, pero no para gobernar en bien de todos, sino para colocarse como un gobernador cercano a la gente, con carisma y lleno de energías y con posibilidades de llegar a “la grande”. Para lograrlo se ha apoyado en grupos empresariales y en la élite eclesiástica local.

Resulta verdaderamente indignante que en Jalisco el PAN (como en todo el país) solamente vea por los beneficios políticos grupales (siempre minoritarios) y no por el bienestar de la población en su conjunto. Ya van más de doce años de gobierno blanquiazul y su característica principal ha sido el desdén hacia la sociedad, la incomprensión y la dilapidación del erario público. La megalomanía de estos “representantes populares” ha sobrepasado en algunos casos a los de sus antecesores priístas. Si la sociedad no se organiza, si no protesta constantemente contra los excesos de los panistas, si no hay una crítica acerba y no se llega a un “ya basta”, la situación continuará igual y se tendremos, quizá, a un candidato jalisciense a la presidencia de la república en 2012, pero el Estado y su población caminarán por los caminos de la injusticia, el desprecio gubernamental y la falta de oportunidades. Como diría Rosario Ibarra de Piedra en su reciente visita a la ciudad de Guadalajara, para mejorar la situación de este país se precisa “pueblo, pueblo y más pueblo”.