domingo, noviembre 12, 2006

Artículo El Occidental 12/11/2006

El autoritarismo que se avizora


Jorge Gómez Naredo


México está en grave riesgo de caer en el autoritarismo. Se avizora, se huele, se siente, se nota en ciertas actitudes que han tomado diversos dirigentes del PAN y del PRI. El ejemplo más claro es el de Oaxaca: las llagas producidas por la represión y la intolerancia no pudieron acallarse y produjeron el despertar de un pueblo sumido en la pobreza y la injusticia por largos años. Todo inició, debemos recordar, por una sucia campaña de miedo que le dio el triunfo al sátrapa Ulises Ruiz; después vino el autoritarismo y la caza de opositores, la tortura, la represión y la intolerancia; hasta que el pueblo se hartó y decidió hacerse presente: la APPO nació y hoy en día es un movimiento social paradigmático que ha logrado enfrentarse a uno de los cacicazgos más retrógrados del país.

Pero el caso de Ulises Ruiz no es el único: existen muchos a lo largo de toda la república mexicana. En Jalisco, por ejemplo, el quiosco de la plaza de armas está secuestrado por granaderos del gobierno estatal y policías municipales. No sabemos por qué ni a qué obedece; las autoridades no han dado mucha información al respecto: simplemente lo tomaron y hubo una especie de “privatización”; ya no es de los tapatíos, es de la policía; un nuevo cuartel, pues. No es el único acto autoritario (violatorio del libre tránsito); existen vejaciones, casos de tortura y no debemos olvidar ese aciago 28 de mayo de 2004, cuando el gobierno panista estuvo a la altura de dictaduras como la de Pinochet en Chile o la de Franco en España. Todo con la venia (si no es que por orden) de Francisco Ramírez Acuña; ¿qué podemos esperar si este gris gobernador jalisciense recibe la secretaría de gobernación o a la de seguridad pública, en el gabinete del presidente espurio, Felipe Calderón? No quepa duda: más y más y más autoritarismo.

En Querétaro pasa algo similar; el gobierno de aquella entidad se ha caracterizado por impedir cualquier tipo de protesta o manifestación, al grado de secuestrar a algunos activistas. Es más, en una declaración del jueves pasado, el secretario de gobierno, un tal Alfredo Botello Montes, adujo que no se podía instalar en el zócalo de la capital queretana ninguna carpa ni nada. En la visita próxima del presidente legítimo de México, Andrés Manuel López Obrador, a aquella entidad no podrá haber templete ni lonas, pues eso, según las autoridades queretanas, está prohibido. ¿Acaso vivimos en un país donde podemos expresar nuestras ideas y pareceres libremente, donde se nos deja manifestarnos (y con ello fortalecer una democracia)? Por supuesto que no: vivimos en un país rayano en el autoritarismo.

Para llegar a un estado de completo autoritarismo se necesitan dos requisitos: la presencia del ejército en labores de inteligencia en contra de las voces disidentes (aunque sean pacíficas), lo que se conoce como “guerra sucia” y el apoyo y dominio de los medios de comunicación. Ambos requisitos, poco a poco, se están logrando en México. La prensa, salvo honrosas excepciones, ha sido un pilar del fraude electoral y del encubrimiento de la realidad nacional; el ejército, por su parte, día a día se entromete más en trabajos de inteligencia y represión (recordemos que la Policía Federal Preventiva es parte de él). Entonces, ¿qué podemos esperar? No cabe duda que con la llegada (si es que logra tomar posesión) de Felipe Calderón a la presidencia de la república, el autoritarismo tomará forma y cohesión. Por eso, las labores de resistencia civil pacífica deben multiplicarse. Se precisa vencer los autoritarismos regionales y luchar por una prensa objetiva y crítica. Y claro, se necesita de hacer una labor para concienciar a la población y hacerla más tolerante, pues otro de los pilares del autoritarismo es una aprobación tácita de los ciudadanos. No es tarea fácil, pero es, sin duda, digna de ser enarbolada y llevada a cabo.