domingo, septiembre 24, 2006

Artículo La Jornada Jalisco 24/09/2006

Los grandes empresarios

Jorge Gómez Naredo
jorge_naredo@yahoo.com

Ellos se juntan, hacen reuniones, deciden qué está bien y que no; tienen influencia y, a diferencia de la mayoría de los mexicanos, además de voto, poseen voz (y una voz muy fuerte, tanto que es mayor que el voto de millones). Se creen los dueños de este país, quienes realizan el “milagro” de la “economía boyante”; desde su perspectiva, sin ellos México no existiría: son los “empresarios”. Pero no el micro o mediano, que tiene su pequeño negocio y sufre para mantener su empresa a flote. No, ellos son los grandes, los “respetables”, los “encomiables” empresarios de “alto nivel”. Dirigen empresas transnacionales, tienen líneas aéreas, televisoras, radiodifusoras, embotelladoras, etcétera. Muchas veces practican el monopolio o duopolio. Ellos creen que son todo, la esencia del país, el motor de la esperanza; su visión del mundo es simple: “sin nosotros ustedes no son nada”.
Desde la instalación de gobiernos neoliberales en México, los empresarios han jugado un papel preponderante en la política mexicana. Se llevan con los gobernantes y hacen reuniones o fiestas opíparas, donde les indican qué va bien y qué no en la economía de la ciudad, el estado o el país. Muchas veces se han metido ellos mismos de representantes populares. El caso más elocuente es el de Vicente Fox. Pero en otras ocasiones prefieren mandar desde afuera: así no tienen la desventaja de ser atacados, de aparecer constantemente en los medios de comunicación y hacer rabietas por los manifestantes y la oposición.
Kamel Nacif es un ejemplo de esto, sin embargo no es el único ni el más importante y corrupto. Pese a ello, sus conversaciones con altos funcionarios son esclarecedoras y nos dan una idea de la podredumbre existente en los círculos empresariales y políticos: primero le pidió (le exigió) a un gobernador que intimidara, capturara y le “diera su merecido” a una periodista. Mario Marín siguió las órdenes al pie de la letra. Posteriormente Nacif habló con el senador Emilio Gamboa Patrón para saber cómo iban sus intereses, qué leyes se debían votar y cuáles no. El priísta lo trató con deferencia y le dijo sí a todo. La última conversación hecha pública fue con el ex-gobernador de Quintana Roo, Joaquín Hendricks, quien le pidió al empresario “apoyo” para promover el turismo del estado, ¿a cambio de qué? No lo sabemos: en este país la impunidad para los ricos es inmensa y la mayoría de los medios de comunicación (con honrosas excepciones) calla ante los actos de corrupción. Kamel Nacif no es el empresario más importante del país ni tiene los mejores “contactos” dentro de los funcionarios mexicanos, pero aún así ordena, hace y deshace. La pregunta es, ¿a quién representan los gobernantes?
Los “representantes populares” llegan a donde están por la “inversión” en las campañas electorales que hacen ciertos empresarios. Estos últimos, por ende, se creen con el poder de mandar y decidir el futuro de la nación. Los “gobernantes” así llegados tienen que pagar el favor y otorgar beneficios a aquellos que los financiaron. Esa es la lógica de la democracia mexicana y eso es lo defendido (las famosas “instituciones”) con ahínco y tesón por el PAN y el PRI: una simulación de democracia donde los intereses que cuentan son los de los empresarios que financian campañas electorales.
Hace unos días, quienes gastaron fuertes sumas de dinero en la campaña electoral de Felipe Calderón, se reunieron en un lujoso hotel de la ciudad de México para “diseñar el nuevo México”. Quieren privatizar los recursos energéticos y abolir cualquier conquista social. Ellos invirtieron en un mediocre individuo que no tiene carisma ni capacidad para gobernar, y lo llevaron alto a través de una campaña de miedo y de un fraude (apoyados, claro está, por su otro empleado, Vicente Fox). Ya perpetraron la estafa y desembolsaron grandes cantidades de dinero; ahora exigen su retribución: quieren todo y van por todo. A ellos no les interesa la democracia ni el pueblo ni la pobreza: buscan obtener más y más dispensas. Esa es su lógica y nadie los hará cambiar de opinión.
Por eso, en esta coyuntura, el movimiento que se ha desarrollado en torno a López Obrador es el único contrapeso a los poderes empresariales. La lucha se debe dar contra aquellos que invirtieron su dinero y que hoy reclaman privilegios. La defensa de los recursos naturales y las conquistas sociales (ganadas con tantas lágrimas y sangre) serán asuntos fundamentales en la Convención Nacional Democrática. Ellos, los de arriba, los que le ordenan a Felipe Calderón qué hacer y qué no, no descansarán para lograr sus pretensiones. Por eso, el pueblo necesita movilizarse, estar presente y atajarlos. Van más de veinte años de gobiernos neoliberales a ultranza y los resultados están a la vista de todos: desigualdad, pobreza, iniquidad. Es hora de decirles a estos dueños del dinero (racistas y discriminatorios) que no nos dejamos ni nos rajamos. Es hora de que allá, en las alturas de sus oficinas lujosas, sepan que podemos ser una nación viable sin ellos..., que lo intentaremos y, por qué no, lo lograremos.