lunes, mayo 14, 2007

Artículo El Occidental, 14/05/2007

Fracasos y vuelta al pasado

Jorge Gómez Naredo


Felipe Calderón, en su campaña electoral, se dedicó a denostar, no hizo propuestas bien pensadas ni análisis concienzudos de los problemas del país. Fue una campaña sucia, carente de ideas y pletórica de injurias y de estrategias de desprestigio. Sin embargo, entre tanto cochinero mediático, se vislumbraron claramente dos ejes de un posible proyecto de gobierno: empleo y seguridad. A cinco meses y medio de la controvertida toma de posesión de un gobernante que llegó al poder sin legitimidad, los resultados del autonombrado “presidente del empleo” son bastante preocupantes.

El país está sumido en el caos: la delincuencia organizada un día sí y el otro también asesina al por mayor; las noticias sobre ajusticiamientos y matanzas se han vuelto cotidianas. El despliegue del ejército en varios estados del país no ha solucionado nada; por el contrario, ha aumentado el desprestigio de las fuerzas armadas. El caso de la anciana Ernestina Ascensión, violada en la región veracruzana de Zongolica por presuntos elementos castrenses, es un buen ejemplo de ello. La ineficacia mostrada por el segundo gobierno panista a nivel federal es alarmante, pues no ha podido concebir una estrategia para controlar a la delincuencia organizada: todo se ha hecho sin un plan maestro inteligente y solamente se ha querido solucionar el problema de la violencia con anuncios de televisión, es decir, a través de la esfera mediática. Parecería que Calderón y su gobierno no han superado la etapa de campaña. Pretenden convencer a millones de mexicanos que el país va bien, que la lucha contra el tráfico de drogas se está ganando, pero la realidad, esa terca realidad, los desmienten día con día.

Felipe Calderón repetía, en cada discurso de su campaña electoral, que sería el presidente que más empleos crearía en toda la historia de México. No dijo cómo ni dijo cuándo. Eran ideas vagas, lugares comunes, castillos en el aire. En cinco meses y medio se han perdido una buena cantidad de puestos de trabajo y se ha reformado la ley del ISSSTE, con lo cual se les escamotea a los trabajadores sus ahorros, dándoselos a un incondicional de la maestra Elba Esther Gordillo, es decir, corrupción y manos sucias (muy distintas de las famosas “manos limpias” que los panistas prometieron).

Calderón arribó al poder a través de una guerra sucia y de un fraude. Llegó, sí, pero llegó sin legitimidad. Sus palabras en la ciudad de Guadalajara, poco después de consumado el fatal golpe a la democracia, dieron una clara idea de las argucias cometidas por los panistas para obtener nuevamente la presidencia de la república: “¡ganamos! haiga sido como haiga sido (sic)”. Calderón decidió, al observar a millones de mexicanos que lo detestan y lo desconocen, apostar a la “mano dura”, al ejército, a la fuerza.

Estos últimos días hemos visto cómo el gobierno federal, con el pretexto de la lucha contra el narcotráfico, ha creado nuevas policías militares para cualquier contingencia. Muchos dicen y dirán que es en bien del país, de la seguridad y del bienestar de todos los mexicanos. Sin embargo, los cuerpos policíacos serán, sin duda, utilizados para detener cualquier protesta social, para intimidar a diversos movimientos sociales y, en su caso, para reprimirlos.

Un cuerpo de élite policíaco-militar, con atribuciones amplias y poco delimitadas, en las condiciones actuales del país, es un grave peligro y un camino directo para el establecimiento de un régimen represor y dictatorial. Los líderes del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (de San Salvador Atenco) fueron condenados, por un juez en el Estado de México, a 67 años de cárcel. Es decir, la injusticia en su máxima expresión, pues ¿cuántos empresarios corruptos están en la cárcel?, ¿cuántos políticos que han robado y sumido en la pobreza a millones de mexicanos han sido castigados? No cabe duda, México, con Felipe Calderón y Ramírez Acuña a la cabeza, va directo a un sistema autoritario que pensábamos, sí, pensábamos, se había quedado en el pasado, se había superado. La pesadilla vuelve, y lo hace sigilosamente.