jueves, diciembre 28, 2006

Artículo La Jornada Jalisco 24/12/2006

Salario mínimo e incomprensión social

Jorge Gómez Naredo

La semana pasada la Comisión Nacional de Salarios Mínimos (CNSM), en voz de su presidente, Basilio González, anunció un aumento de 3.9 % al salario mínimo. En el cónclave donde se acordó la medida, “representantes” de los trabajadores (líderes sindicales cercanos al gobierno panista), de los empresarios y del gobierno federal acordaron por unanimidad el incremento. Los líderes sindicales no expresaron inconformidad porque quisieron dar “un voto de confianza al gobierno de Felipe Calderón”; la iniciativa privada se congratuló y adujo que con el ínfimo aumento se mantendrían las variables macroeconómicas y la tranquilidad en los mercados; por su parte, el gobierno federal se dijo contento, pues los desempleados podrían acceder a un mejor salario.

En cantidad contante y sonante, el aumento salarial representa un peso con noventa centavos más al día. Si lo comparamos con los sueldos que se pagan en Estados Unidos observamos diferencias abismales: mientras en el vecino país del norte la hora se paga como mínimo a ochenta pesos, en México un día completo merece la cantidad de 50 pesos con 57 centavos. Este desequilibrio en los sueldos entre México y Estados Unidos es uno de los motores principales de la multiplicación de inmigrantes ilegales, quienes arriesgan su vida para cruzar la línea fronteriza, además de dejar su familia, sus tradiciones, su pueblo y su cultura. Cualquier medida para erradicar todo este sufrimiento pasa, necesariamente, por el aumento de sueldo en México y, como se ha visto, al gobierno impuesto de Felipe Calderón poco le interesa solucionarlo.

El recién nombrado secretario de Trabajo y Previsión Social, Javier Lozano Alarcón, es un tipo poco informado de los problemas laborales en México y de la situación de millones de personas que viven desempleadas o con percepciones salariales insuficientes. Poblano egresado de la Escuela Libre de Derecho, tiene experiencia en la iniciativa privada y en el sector público (en economía y comunicaciones); cuando Felipe Calderón intentó nombrarlo como secretario de comunicaciones, las televisoras y varias radiodifusoras que ocultaron el fraude electoral en contra de López Obrador lo vetaron y tuvo que conformarse con la Secretaría de Trabajo y Previsión Social.

Entre abrazos, halagos y lambisconería por parte de líderes sindicales charros (Joaquín Gamboa Pascoe –CTM– y Víctor Flores Morales –Congreso del Trabajo–) Lozano adujo que el incremento salarial es suficiente para los trabajadores, pues la inflación “esperada” para 2007 es del 3%, lo cual redunda en un aumento real del 0.9%. ¿Qué pensarán de dicha declaración cientos de miles de trabajadores mexicanos que viven con una ingreso mensual de alrededor de 1,500 pesos?

Las cifras desde arriba siempre se ven bien. Allá, en los análisis de los economistas neoliberales y de las élites empresariales, un 0.9% es una dádiva que todos los obreros deben agradecer. Abajo, sin embargo, la inflación y los irrisorios aumentos salariales se sienten en los bolsillos, en la carne que no se come, en los hijos que dejan de estudiar para poder trabajar. Son dos mundos distintos, dos percepciones completamente divergentes. Los gobiernos panistas se han caracterizado por tener una visión idílica de México, donde la inflación ha sido detenida y los salarios mejoran como nunca. Todo esto es producto de su lejanía respecto al pueblo y de su falta de sensibilidad: nunca han vivido ni estado cerca de la pobreza y jamás se han puesto a pensar en ella fuera de las cifras que día a día conocen de primera mano. Ellos piensan en porcentajes, en números, en ceros, pero jamás se adentran en sentimientos, imposibilidades para mantener una familia, en la impotencia y en el “¡no hay qué comer!”.

El gobierno impuesto que encabeza Felipe Calderón, además de estar maniatado política y económicamente, está conformado por personas que jamás se han vestido de pueblo, que nunca han tenido el deseo ni el interés de comprender a los pobres (la inmensa mayoría de los mexicanos). Su visión es obtusa y obcecada; sus propuestas, por ende, están hechas desde arriba y no solucionan los conflictos más apremiantes del país. Para lograr mantenerse en el poder han pactado con lo que antes criticaban acerbamente. El PAN como gobierno ha demostrado, en tan sólo seis años, ineficacia, prepotencia y corrupción y, lo más importante, ha exhibido su desprecio hacia las grandes mayorías. En un país hundido en la pobreza, el estancamiento económico y la apatía política, este tipo de acciones y declaraciones terminarán, un día, por despertar a millones de personas hartas de la hipocresía y la incomprensión panistas. No falta mucho: se huele, se siente, se escucha.