domingo, diciembre 03, 2006

Artículo La Jornada Jalisco 03/12/2006

Odio y desprecio: Felipe Calderón presidente

Jorge Gómez Naredo

La portada de ayer de La Jornada muestra a un Vicente Fox aplaudiendo, con una sonrisa de “vencimos” o “trabajo cumplido”, y a un Felipe Calderón con rictus de enojo y coraje, con la mano izquierda empuñada, en demostración de impotencia y rencor. La debilidad convertida en odio, el resquemor como tónica de un gobierno de “conciliación”. Así comienza un sexenio que, desde sus orígenes, ha estado plagado de irregularidades, dudas, mentiras, fraude, hipocresía e imposición.

La Cámara de Diputados fue el escenario del colosal enfrentamiento entre la realidad mediática y la realidad política: Felipe Calderón llegó, protestó y se fue. Nada de buenos modales (tan alabados hipócritamente por los panistas) ni de propósitos halagüeños; la lucha era campal, la tribuna era defendida a través de vayas humanas. Cosas de la vida: en Oaxaca la última barricada fue desalojada en la semana, mientras en San Lázaro, los panistas hacían su propia barricada para que su presidente tomara protesta. Barricadas allá, barricadas aquí, barricadas al fin y al cabo. Unas, de pueblo, otras, de la “gente bien”. Los legisladores del PRD, PT y Convergencia gritaban a todo pulmón “espurio, espurio, espurio”, pero las transmisiones en la televisión quitaron el audio original y solamente se escuchó la voz de Felipe Calderón, más timorata que nunca, más débil y tímida, pero más peligrosa y resentida.

Gobierno de la continuidad, sin ideas, con el sólo apoyo del dinero y la pantalla, de la radio y la mentira. Felipe Calderón aislado del pueblo, apoyo desde arriba, nunca desde abajo. El sostén es la empresa, el empresario, jamás la sociedad. Debilidad que prontamente se puede transformar en represión, en marchas sofocadas por granaderos, en persecuciones e intimidación, en guerra sucia y un “no pasa nada”, en una defensa irrestricta de una interpretación leguleya del estado de derecho.

¿Qué perspectiva tiene un gobierno repudiado desde el inicio de su gestión por millones de personas? La debilidad del nuevo presidente se encuentra en él mismo. Todos votaron pensando en Andrés Manuel López Obrador, unos a favor, otros en contra; por Felipe Calderón, por el hombre, su capacidad política, su inteligencia, su carisma, nadie votó. México ha estado girando, desde hace ya algunos años, alrededor de la figura del ex jefe de gobierno capitalino. Y ha seguido así a pesar del cerco informativo que se le han impuesto. Las acciones del PAN y el PRI no han estado encaminadas a mejorar la calidad de los mexicanos, a erradicar la pobreza y hacer un país más justo. No. Todo ha estado encaminado a doblegar al enemigo, a vencerlo, humillarlo, sacarlo de la contienda y desaparecer el “peligro”. Sin embargo el movimiento en torno a López Obrador sigue ahí, vivo, tan vivo como para movilizar a cientos de miles de personas, tan vivo como para impedirle a Felipe Calderón caminar tranquilamente por una plaza pública, tan fuerte como para vencer la censura de los tradicionales medios de comunicación.

La pasada contienda electoral dejó coraje y esperanza, organización y experiencia. La figura de López Obrador aportó a la vida nacional mayor conciencia sobre el presente y la necesidad de incidir socialmente en el futuro. Medios alternativos de comunicación, asambleas, pequeños grupos de resistencia civil pacífica en lugares antes totalmente apolíticos, fueron motivados por el fraude y la imposición de Felipe Calderón. Ha surgido, por lo tanto, un movimiento social amplio, si bien jerarquizado y con la desventaja de depender del líder, también con aportes de organización y una comunicación más amplia, directa y veraz. ¿Qué hará Felipe Calderón con dicha oposición?

La mano empuñada, el rictus de enojo y resentimiento, el descontento en la figura de Felipe Calderón en San Lázaro cuando “tomó” posesión como presidente de México, nos muestra una posible respuesta a la oposición social a su mandato. La designación de Francisco Ramírez Acuña le garantiza la solución de conflictos sociales de manera cerril y cruenta. Sin embargo, ¿será suficiente? Felipe Calderón no tiene la capacidad para gobernar un país hecho añicos por la ineptitud de un gerente empresarial. Su gabinete está dominado por la inexperiencia, el dogmatismo y la insensibilidad social; no hay perspectivas halagüeñas para un mandatario impuesto y repudiado por amplios sectores sociales. Desde la Revolución Mexicana no se había hablado de la caída de un presidente con tanta insistencia. Vendrán tiempos difíciles, pero en lugar de la timidez y el “pues ya ni modo”, hoy aparece en millones de mexicanos la esperanza y el constante llamado a la lucha, a la movilización y a la desobediencia civil. Felipe Calderón sabe el encono y odio que provoca; tiene miedo de su pueblo y ni miles de efectivos y militares le aseguran la tranquilidad. Por eso la consigna gritada en Paseo de la Reforma el 1° de diciembre no está muy alejada de la realidad: “Ya vamos llegando, y el pelele está temblando”.